Literatura nazi en
Cuernavaca
Mario
Casasús/Aristegui Noticias.
Los escritores José Herrera Petere y Malcolm
Lowry nacieron el mismo año (1909), los dos vivieron en Cuernavaca, el poeta
británico se instaló en la céntrica calle Humboldt
(1936) y el poeta español llegó a la calle Madero
de la colonia Miraval (1941). Las novelas Bajo
el volcán (1937-1944) y Profunda
retaguardia (1942-1963) recrearon una atmósfera: la influencia fascista en
Cuernavaca y el asesinato de un personaje anónimo en la barranca de Amanalco.
Las dos historias están planteadas en retrospectiva, siguiendo las voces
narrativas los hechos ocurrieron el año anterior: Lowry dividió su novela en 12
capítulos para contar las últimas horas del 2 de noviembre de 1938, mientras
que Petere comenzó su libro “cierta tarde de principios de 1941”, y terminó
“Por aquellos días precisamente había tenido lugar Pearl Harbor” (7 de
diciembre de 1941). Las dos novelas reflejaron el clima de Morelos; según
Lowry: “La temporada de lluvias se
resiste a terminar”, y en palabras de Herrera Petere: “a mediados de mayo,
estallaba la primera tormenta y comenzaba la época de las lluvias que duraba
hasta octubre”.
En 1936 Bajo
el volcán era un cuento de 24 cuartillas. El Cónsul, Yvonne y Hugh presenciaron la agonía de un
indio en el barrio de Chapultepec (Malcolm Lowry fue testigo de la muerte de un indígena al pie de la
carretera a Cuautla), pero los tres forasteros no resolvieron el crimen y, al
final del cuento, entraron en una cantina: “Los tres permanecieron en la
penumbra contemplando al indio que desaparecía con el anciano al doblar una
curva del camino, arrastrando en el polvo gris y blanco sus míseros huaraches”.[1]
Cuando Lowry reescribió Bajo el volcán
trazó a otros personajes, definió el atormentado mundo interior del Cónsul y
restableció las relaciones de los tres extranjeros: en el cuento, Yvonne era la
pareja sentimental de Hugh; sin embargo en la novela, Yvonne se convirtió en la
esposa del Cónsul Geoff Firmin.
Quauhnáhuac y Oaxaca son los escenarios
de Bajo el volcán. Lowry mencionó
varios lugares emblemáticos de Cuernavaca: el Hotel Casino de la Selva, el Jardín Borda, el Palacio de Cortés,
la Estación del ferrocarril, el Hotel Bella Vista, la barranca de Amanalco, el
Zócalo, el Cine Morelos y 57 cantinas. Tres tabernas destacan de la lista: El Farolito (“Era un lugar extraño, en verdad un lugar para
las últimas horas de la noche y las primeras del alba”), la Cervecería XX (“la cantina que, si bien
contigua al cine, no compartía su pórtico”), y El
Amor de los Amores, que aparece por primera vez en el cuento de 1936: “A medio camino, en la ladera cuesta arriba, allende la
barranca, fuera de una cantina ornada con festivo decorado y llamada El Amor de los Amores”.[2]
En la novela tiene otra connotación: “Geoff dijo que la cantina de donde salió
era un nido de fascistas. El Amor de los
Amores”. Lowry insistió en señalar el perfil del bar: “El Cónsul se volvió para apuntar al Amor de los Amores […] Ese es uno de los tugurios fascistas”.[3]
Con la ganancia de sus turbios negocios, la célula pro-nazi de Cuernavaca
patrocinaba un panfleto: “Quauhnáhuac
Nuevo, periódico pro-Almazán, pro-Eje,
publicado -se decía- por la fastidiosa Unión
Militar”.[4] Los
fascistas también compraron los servicios de la policía y Geoff Firmin
apuntó: “¿Nunca has oído hablar de la Unión
Militar? Quiero decir aquí, en este estado. Está afiliada a la Policía
Militar, que los encubre, por decirlo así, porque el Inspector General, que es la policía militar misma, forma
parte de ella. Y también el Jefe de
Jardineros, según creo”.[5]
Cuando el Cónsul y Hugh discuten las noticias que leyeron en El Universal señalan la corrupción
policial: “graves objeciones a la impúdica
conducta de ciertos jefes de policía en Quauhnáhuac”.
La cantina El Farolito estaba en la esquina de la
avenida Morelos y la calle Rayón (en la ficción está en “Parián” y era
propiedad del asesino “Ramón Diosdado”, alías El Elefante). Los mapas de Oaxaca y Cuernavaca se entreveran Bajo el volcán, por citar el capítulo VIII, el Cónsul, Yvonne y Hugh vieron
dos negocios: “pasaron junto a los Baños
de la Libertad y junto a la Casa
Brandes”, ubicados en la capital de Oaxaca,[6] inmediatamente después de mirar los dos
anuncios comerciales cruzaron el puente Porfirio Díaz de Cuernavaca: “Al pie de la colina atravesaron un puente
tendido por encima de la barranca que
aquí parecía manifiestamente ser el colmo de lo horrendo”. Los sinarquistas de la Unión Militar cometieron el último crimen en El Farolito, Geoff Firmin los responsabilizó por el asesinato del
indígena al borde de la carretera: “Ustedes mataron a ese indio. Trataron de
matarlo y de hacerlo pasar por accidente –rugió-. Todos tomaron parte”. Después
de la acusación, el Jefe de Jardineros
apuntó su revólver y asesinó al Cónsul en la cantina:
“El Jefe volvió a disparar dos veces y
las detonaciones fueron espaciadas, deliberadas […] Al principio el Cónsul
sintió un extraño alivio. Ahora se percataba de que habían disparado sobre él.
Cayó sobre una rodilla y luego, gimiendo, boca abajo, cuan largo era, sobre la
hierba. —Dios —observó, perplejo— ¡qué manera de morir! […] Alguien tiró tras él un perro muerto en la barranca”.[7]
A partir de 1936 Lowry relacionó la
barranca de Amanalco con la muerte y un perro: “Yvonne pudo advertir, desde el
escarpado sesgo después del puente, un perro muerto que, tirado en el fondo,
con resplandecientes huesos blanquecinos husmeaba la basura”. Hubo una variable
en la novela: “Al volverse, Hugh vio en el fondo,
entre los desechos, el cadáver de un perro; blancos huesos asomaban a través de
la piel”. El violento cráter de Quauhnáhuac era una caja de resonancia,
los fascistas acusaron al Cónsul de “bolchevique”, “judío”, “anarquista”,
“miembro de las Brigadas Internacionales” y “espía”. El Jefe de Jardineros emitió la sentencia de muerte:
“Dices que eres escritor
—volvió a empujarlo—. Tú no eres escritor —lo empujó con mayor violencia pero
el Cónsul no cedió—. No eres escritor, eres espiador y en México matamos a los
escorpías —algunos militares presenciaban la escena con inquietud”.[8]
Lowry subrayó un detalle regional en el cuento y lo repitió
en la novela durante la agonía del indio, el Cónsul, Yvonne y Hugh esperaron la ambulancia, “no era una Cruz Roja, sino una Cruz Verde, y
sólo se ponía en movimiento al recibir avisos”.[9]
Al exiliado español José Herrera Petere también le interesó el color de las
ambulancias en México: “sobre
el mismo puente había parado un coche del juzgado y un furgón de la Cruz Verde
y a mitad de la profundísima barranca”. Petere fue testigo del levantamiento
forense de un “gringo” asesinado y arrojado
desde el puente Porfirio Díaz:
“Bajé la
calle de Madero, por la cuesta de Chamilpa, hasta llegar a la hermosa plazoleta
debajo mismo del herreriano ábside de la iglesia de San José y al romántico
puente que allí cruza sobre la vertiginosa barranca […] unos guardias
municipales, por medio de pértigas y cuerdas y auxiliados por varios obreros se
esforzaban por sacar el cadáver de un hombre que estaba a medias sumergido en
las turbias, turbulentas y crecidas aguas del arroyo de Amanalco”.[10]
El escritor adaptó el crimen que observó, en el thriller reiteradamente denunció: “Cuernavaca estaba lleno de espías nazi-falangistas”, el
título de la novela describe el campo de batalla en Morelos, “la más profunda, la más
alejada de las retaguardias, pero retaguardia al fin y al cabo, de una lejana
lucha a muerte, sin precedentes en la historia”.
Cuernavaca era un avispero de espías, según la voz narrativa, la capital de
Morelos estaba “enclavada
en medio de la profunda retaguardia de esta guerra”. De acuerdo a la historia ficticia: el
espía “Valdemar Spiegel” trabaja en la célula del Partido Nazi en
Cuernavaca y colabora con el diplomático falangista “Juan Ibarra y Castro”. El
desenlace del personaje “Valdemar Spiegel” fue similar al infierno que padeció “Geoffrey Firmin”, dos
fascistas lo asesinaron y tiraron su cadáver en la barranca de Amanalco. El
personaje principal de Bajo el volcán
era un alcohólico, el protagonista de Profunda
retaguardia también ahogaba su tristeza y decadencia en alcohol:
“En México Valdemar rodaba durante el día, como
un sonámbulo, por ciertas apartadas calles. Iba sucio, sin afeitar. A veces, se
tumbaba boca arriba al sol, sobre la acera o en el banco de un parque. Pasaba
la noche en prostíbulos, cabarets, cantinas y hoteles de mala nota. No estaba
ya en estado de darse cuenta de las incomodidades de este sistema de vida, y le
gustaba mandar, ser acariciado. Entre la gente del hampa, en aquel medio,
estaba considerado como un gringo loco peligroso, pero que pagaba. Su
conversación era cada vez más incoherente, su mirada más desorbitada y fija”.[11]
A Geoff Firmin lo abandonó su esposa Yvonne, los fascistas de
la Unión Militar confundieron al Cónsul
con un espía y lo asesinaron; en cambio, Valdemar Spiegel violó a Salomé
Ibarra y dos espías nazis lo asesinaron. Lowry escribió cuatro versiones de Bajo el volcán (1936, 1937, 1940 y 1944), Petere redactó el mismo
número de versiones de Profunda
retaguardia (1942, 1943, 1946 y 1963), los dos recibieron “consejos” sobre
la necesidad de recortar algunos capítulos de sus obras maestras, conocemos la
defensa epistolar de Lowry ante las observaciones del comité dictaminador de
Jonathan Cape, distintos editores rechazaron publicar Bajo el volcán en 13 ocasiones. Petere corrió con la misma suerte,
tres editoriales rechazaron el manuscrito de Profunda retaguardia; incluso Rafael Bosch (profesor de literatura
española en Oberlin College) se
atrevió a sugerir al autor “suprimir muchas frases y hasta párrafos, así el
estilo quedaría mucho más representativo” (carta fechada el 13 de junio de
1963).
Según la investigación del doctor Mario Martín Gijón, el periódico El Nacional de México anunció dos
proyectos literarios de Herrera Petere: “están a punto de salir otras dos
novelas suyas, Centauros en el Partido
y Furia española” (27 de noviembre de
1942). El título Centauros en el Partido
cambió a Los melancólicos cerveceros,
El silencio rabioso y De la piedra infernal, finalmente Petere
bautizó su libro: Profunda retaguardia.
Novela de Cuernavaca.
Al morir José Herrera Petere en 1977, Carmen
Soler de Herrera conservó el archivo del escritor, la viuda intentó publicar el
libro póstumo a finales de la década de 1970, pero en España imperaba la
censura del régimen franquista y perdió el contacto con los amigos mexicanos de
su esposo. El doctor Mario Martín Gijón descubrió el archivo inédito, lo
organizó y publicó la novela Profunda
retaguardia en las Obras completas
de José Herrera (2009). El bibliófilo Carlos Gallardo
Sánchez compró un ejemplar mediante correo certificado desde España, meses
después nos reunimos con el periodista Hernán Osorio para conversar sobre la
posibilidad de imprimir la edición mexicana de Profunda retaguardia. Novela de Cuernavaca (2017). Gracias a la
gestión de Mario Martín Gijón y a la generosidad de Emilio Herrera Soler
conseguimos el copyright del libro,
el manuscrito regresó a la tierra que lo vio nacer en 1942.
Quedan
tres coincidencias por explorar entre las novelas de Petere y Lowry, una de
corte político: ambos mencionaron a los dictadores Adolf Hitler, Josep Stalin y
Francisco Franco, también hablaron de los exiliados de la guerra, según Petere:
“refugiados
de todas las playas del mundo, náufragos de todas las tempestades políticas, económicas,
militares y morales”. Sin embargo Lowry registró el exilio de otra manera: “¿Cómo es eso de que es español? -preguntó
Hugh.- Vinieron después de la guerra de Marruecos -dijo el Cónsul-”. Y en el ámbito local, a los dos narradores extranjeros les
interesó la revolución mexicana, Lowry incorporó al chacal Victoriano Huerta
(comparándolo con la traición de Yvonne), Petere hizo lo opuesto al reconocer a
Emiliano Zapata (“el ardiente
viento revolucionario que venía del sur”). La
segunda casualidad consiste en que ambos recurrieron a nombres reales para
bautizar a sus personajes: el “doctor Vigil” (Manuel García Vigil) y “Henry Williams” (el
norteamericano asesinado de apellido Williams).
Por último, el tercer punto de encuentro es vivencial: los dos autores
trasladaron sus problemas a la ficción: Lowry fue arrestado en la cantina La Covadonga de Oaxaca, al perder su
pasaporte no pudo identificarse ante las autoridades, lo mismo ocurrió cuando
los fascistas increparon al Cónsul en El
Farolito. Por otra parte, José Herrera Petere padeció una infección
pulmonar en la Ciudad de México, los doctores le aconsejaron buscar un clima
benévolo para recuperar su salud, respetando la prescripción médica los
Herrera-Soler llegaron a Cuernavaca. Profunda
retaguardia remarca los problemas de salud de los exiliados:
“Eran
refugiados españoles enfermos, heridos o ambas cosas. Iban agonizando
lentamente, en plena juventud, ante la indiferencia del mundo. Sólo unos
cuantos antifascistas norteamericanos y mexicanos los ayudaban […]
En los dos años que llevaba en México la emigración política española, habían
muerto un diez por ciento de los refugiados […]
este compás de espera se le amargó pues su pequeña hija Annie enfermó de
laringitis […] Margarito, el padre, en
el arroz había enfermado de fiebres malignas y no podía trabajar”.[12]
El paisaje de Profunda retaguardia incluye el centro histórico: “A lo lejos,
entre la bruma del calor y el humillo de cien cocinas encendidas, la ciudad de
Cuernavaca, con su catedral fortaleza y su rojizo Palacio de Cortés,
paulatinamente se iba cubriendo de sombras”; la zona arqueológica de
Teopanzolco: “Hay en Cuernavaca, o mejor dicho, en una solitaria altura cercana
una hosca y parda ‘pesadumbre de piedra’, intrincada y revuelta; una sucesión
de trapezoides concéntricos de color ocre, labrados por la parte delantera en
vertiginosas escaleras, de quebradas piedras agrietadas y llenas de musgo,
donde las lagartijas se esconden: las pirámides de Teopanzolco”; la colonia
Miraval: “tomaron posesión en Cuernavaca de un alegre bungalow con piscina, aterciopelada pradera y vistas a los
volcanes, situado al borde mismo de la barranca y en la parte más alta y más
fresca de los alrededores en la llamada colonia Miraval”; el cañón de lobos:
“Atravesó la sombría carretera de Cuautla y por una estrecha senda se desvió
hasta el borde de la barranca”; el mítico Don
Goyo: “una sombra obscura, surgida de la blanca cúspide del volcán
Popocatépetl, gigantesco y amenazador como guardián de los calvos y achatados
cerros distantes”; y el Hotel Pschorr
Haus: “El jardín estaba rodeado de bungalows
aislados, y era más bien una intrincada selva que un jardín. En uno de los
lados había un comedor con varias mesitas y un bar”.
Los nazis tenían dos bases de operaciones
en la novela, el New York Bar del Distrito Federal: “uno de los centros de reunión
del hampa de México. Hombres de mala catadura bailaban en camiseta o en jerseys
de vivos colores con prostitutas de baja estofa, mientras otros bebían en el
mostrador a sorbos copas de tequila o ron habanero”. Y el Hotel Pschorr Haus de Cuernavaca: “El restaurante funcionaba a
medias para cubrir las apariencias. Sólo se abría los domingos y a él no
concurrían más que alemanes y algún que otro turista desorientado […]
Estaban allí: Hanabitter, el dueño del Hotel
Niza, que muchos domingos iba a almorzar con sus compatriotas y
correligionarios; Fleisher, dueño de un establecimiento de cambio de moneda en
Cuernavaca y Frau y Herr Wolfgang Ritz, representante en México de una
importante marca alemana de productos químicos”.
En la vida real, el nido de los nazis era el Hotel Parque Amatlán (ubicado en la Avenida Cuauhtémoc, en el barrio de Amatitlán, entre las colonias Jacarandas
y Acapatzingo). El 28 de diciembre de 1941, diez fascistas de origen alemán agredieron al cónsul Pablo Neruda y a sus
compañeros de viaje: la pintora argentina Delia del Carril, el ingeniero
chileno Enrique de los Ríos, la arquitecta cubana Clara
Porset, los diplomáticos chilenos Julio Fuenzalida y Luis Enrique
Délano, la fotógrafa chilena Lola Falcón y su hijo Poli Délano. Tres días
después el poeta denunció el ataque:
“Llegamos la tarde del sábado a Cuernavaca, al hotel Parque Amatlán […] Alojamos allí y todo fue muy bien hasta el domingo en
la tarde, 7:30 más o menos, en que estábamos merendando algo antes de regresar
a México […] En una mesa vecina bebía un grupo de nazis, 8 o 10 individuos con
cuello de toro y cabeza de fierro; estaban en compañía del dueño del hotel […]
Haciendo el saludo nazi se lanzaron contra nosotros, que naturalmente nos
defendimos, a bofetadas, a silletazos […] Yo recibí un lacazo que me partió la
cabeza […] Fui curado en Cuernavaca y denuncié los hechos a la policía. Posteriormente
hemos sabido que ese hotel es uno de los focos nazis de espionaje y quinta
columna más caracterizados de México” (carta de Neruda fechada el 31 de
diciembre de 1941).[13]
La
policía mexicana identificó y arrestó a los agresores alemanes: Roberto Kabler, Carmen Vázquez de Kabler, Heinz
Wobeser, Von Theodos, Von Warner, Rudolf Richard Korkowski, Alfred Streu,
Guillermo Wolf, Guillermo Dohle y Fritz Hemminger. La lista de los nazis no se
limita a la trifulca de Cuernavaca, en el prólogo de la primera edición de Profunda retaguardia (2009), el doctor
Mario Martín Gijón explica la génesis del fascismo alemán en la Ciudad de
México y Morelos:
“Ya en 1939, el almirante Wilhelm Canaris, jefe
de los servicios secretos alemanes, que había desarrollado la red de espionaje
nazi en España y prestado una importante ayuda a la sublevación fascista,
decidió utilizar México como refugio de los agentes de la Abwehr y base de operaciones contra Estados Unidos. Así, varios
agentes secretos llegarían camuflados como representantes de empresas alemanas
ya existentes o bien fundarían negocios de exportación que sirvieran como
tapadera […] Las actividades nazis no despertaron, sin
embargo, gran interés en el país azteca, cuyas rivalidades con Estados Unidos y
Gran Bretaña permanecían tensas a causa de la cuestión petrolera. De hecho,
hasta mediados de 1940 hubo medios que desempeñaron activas campañas de prensa
a favor de Alemania, y difundieron sin reparos la ideología nazi. El encargado
de esta difusión era Arthur Dietrich, agregado de prensa en la embajada alemana
en México. Dietrich, asentado en México desde 1924, fue asignado a este cargo
en 1935, desde el que organizaría campañas de donaciones entre la comunidad
alemana en México, que contaba apenas con unos seis mil miembros, pero cuyo
nivel económico era relativamente elevado […] Durante esta primera
fase de la guerra, la prensa mexicana mantuvo en su mayoría una posición
ambivalente hacia el régimen nazi. Si la prensa de derechas simpatizaba
claramente con aquél, la prensa de izquierdas, a causa del pacto
germano-soviético, no tomaba partido claramente por ninguno de los dos bandos.
Sólo el semanario Estampa, aunque sin
referirse a la realidad mexicana, dedicó en julio de 1940 un número especial a
las actividades quintacolumnistas nazis en Europa. Para la industria editorial,
por el contrario, el nazismo comenzó a resultar un tema cada vez más
interesante. En 1940 aparece La Quinta
Columna en el Continente Americano y, con mayor repercusión, la traducción
de libro de conversaciones de Hermann Rauschning, Hitler me dijo, uno de cuyos capítulos trataba sobre un supuesto
plan de Hitler para conquistar México y despertaría gran interés. Este libro
desencadenaría una réplica del pro-nazi Eduardo Pallares, titulada Rauschning miente […] Mucha
más repercusión tuvo sin embargo el discurso pronunciado poco después por
Lombardo Toledano, secretario general de la CTM, el 17 de octubre [de 1941] en Ciudad de México, en el que denunció las actividades
nazis, aportando un informe que contenía numerosos nombres de personas y
organizaciones relacionadas con el espionaje nazi. El informe, probablemente
proveniente del contraespionaje norteamericano, fue publicado al día siguiente
en El Popular, y poco después,
ampliado y difundido en forma de folleto. Entre los nombres incluidos se
mencionaba a los dos jefes del espionaje nazi en México: Georg Nicolaus (jefe
de la Gestapo en México) y el Barón Friedrich Karl Von Schleebrügge. Este
último, que representaba en México una empresa de fabricación de armamento, era
un aristócrata nacido en 1888. Con una esposa de llamativa belleza y dado a la
ostentación, poseía un apartamento en México y una lujosa casa en Cuernavaca,
donde seguramente no pasó desapercibido”.[14]
El Hotel
Parque Amatlán inspiró al Hotel
Pschorr Haus de la novela, algunos rasgos de Friedrich Karl Von Schleebrügge
corresponden al espía Valdemar Spiegel (discípulo de Alfred Rosenberg). En el Hotel
Parque Amatlán, Neruda y sus amigos respondieron la agresión, según el testimonio
del escritor Poli Délano:
“De pronto sobrevino el caos. Gritos, carreras y golpes […]
Mi padre me había empujado debajo de la mesa y desde allí retuve algunas
imágenes: a Lola, mi madre, y a la Hormiguita combatiendo mano a mano junto a sus hombres con
otros tipos que parecían, pienso ahora, bastante mejor preparados. Vi a
mi madre reventar en la cabeza de uno de ellos una gran caja de fósforos de
chimenea, gigantes, a mi padre defendiéndose, y a Neruda con la cabeza partida
y la sangre corriéndole a raudales”.[15]
Probablemente José Herrera Petere escuchó esta historia en
voz de su amigo Pablo Neruda, se conocieron en España (1935), se reencontraron
en México (1940-1943) y Suiza (1947-1953), el escritor español trabajó en El Nacional, periódico que publicó la
carta de los intelectuales mexicanos en solidaridad con el cónsul Neruda
después de la agresión en Cuernavaca (5 de
enero de 1942). Al final de la novela un grupo de antifascistas confrontó a los
nazis en el Hotel Pschorr Haus, los personajes
–hombres y mujeres- combatieron mano a mano:
“Inmediatamente, la
lucha se generalizó. Los alemanes arrebatados de una ira loca, se lanzaron
contra los españoles y la norteamericana.
En medio del grupo,
Annabel saltaba y combatía como un hombre. Se agarró del pelo con la señora
Bürk y ambas rodaron por el suelo. Reventaron hechas añicos las botellas
lanzadas de una a otra parte de la habitación. Luchaban los hombres a puñetazos
o con las sillas en alto”.[16]
Profunda retaguardia es la
primera novela española que aborda la dinámica y el modus operandi de los nazis en México, si Valdemar Spiegel hubiera
escrito un diario íntimo podría protagonizar el epílogo ficticio del libro La literatura nazi en América (1996). Cuando
Roberto Bolaño trabajó en Morelos era un joven poeta, a pesar de su admiración
por Malcolm Lowry no le interesaron los ecos fascistas que inspiraron la trama
de Bajo el volcán, tampoco quiso conversar
sobre el viacrucis de Pablo Neruda en Cuernavaca con su amigo Poli Délano (los
dos chilenos desterrados discutieron al hablar de Neruda, incluso Bolaño escribió
en Los detectives salvajes: “Neruda
era una mierda”). El poeta infrarrealista vivió un exilio formativo en México,
de su paso por Morelos quedaron varios lugares en el libro Reinventar el amor:
Un niño
es el árbol de la Revolución
Tlayecac Huitzililla Amayuca
Amilcingo Huazulco
Temoac
Zacualpan: Ruta 64, miércoles.
¿Y qué
hacías en Morelos acodado en un viejo Doge?
Nepantla
Jumiltepec Xochicalco Yecapixtla Metepec Tetela del Volcán:
Ruta 64,
lunes. ¿Es que era una manera de cabalgar?
Y en la
carretera de Amayuca a Cuautla el volcán y la volcana
transformaban
los
últimos rayos del sol en jugo de durazno
y gotas de miel resbalaban por la
nieve.
[…]
Vi niños
de pueblos prehispánicos decirme buena suerte con las
manos levantadas
o pedirme
un agua de soda mientras el camión de Refresquerías
Lulú
se perdía
entre el sol del camino, inexorablemente.
Pequeñísimos
volcancitos a la orilla de la vida.
Arbolitos
dedicados a la orilla del azoro.
Porque
hoy el corazón reposa, duro y profundo,
en la
lengua de los monstruos.[17]
Roberto
Bolaño y su padre recorrieron los caminos de Morelos en un camión repartidor de
refrescos Lulú,[18]
cabalgando en “el viejo Doge”
conocieron el Popocatépetl, al poeta lo impactaron “el volcán y la volcana”. Reinventar el amor fue su primer libro
(publicado en abril de 1976 por el editor Juan Pascoe), 22 años después regresó
a Quauhnáhuac,
Los detectives salvajes parten con un
epígrafe de Bajo el volcán (las dos
novelas comienzan el 2 de noviembre), el único guiño morelense de Los detectives salvajes está en el diálogo de Juan García Madero y María
Font, mientras buscan otra forma de nombrar al realismo visceral, él afirma: “Creo que ya existe una Sección
Surrealista Mexicana en Cuernavaca”,[19]
y ella responde: “Tal vez debería irme a vivir a Cuernavaca”. El 18 de
noviembre de 1975, García Madero anotó en su diario: “Para beber, escogí una
botella de Lulú sabor fresa”, entre todas las marcas de refrescos el personaje
de la novela eligió “una botella de Lulú”. El extenso poema Reinventar el amor data de 1975,[20]
en la misma época que repartía refrescos por Morelos, la ruta de Bolaño evoca
un párrafo de Bajo el volcán:
“Autobuses de extraños nombres, —procesión proveniente de
caminos vecinales— rozándoles avanzaban dando tumbos en dirección contraria:
autobuses a Tetecala, a Jojutla, a Xiutepec: autobuses a Xochitepec, a
Xoxitepec. A la derecha, el Popocatépetl se alzó piramidal, con un flanco, que
se arqueaba como pecho de mujer, y el otro, precipitoso, mellado, feroz. Detrás
de él, volvían a amontonarse en altos cúmulos las formaciones de nubes. Iztaccíhuatl apareció...”[21]
La
ficción superó a la realidad, el crimen del cónsul Geoff Firmin precede a la agresión del cónsul Pablo Neruda, el Hotel Pschorr Haus parece un espejo del Hotel Parque Amatlán,
los dos asesinatos en la barranca de Amanalco quedaron sin resolver, y el volcán
Popocatépetl fue un territorio fundacional para los cuatro poetas extranjeros
en México (Lowry, Petere, Neruda y Bolaño). Cuernavaca y Quauhnáhuac son territorios fértiles para el nacimiento de nuevos
detectives que investiguen los crímenes de los nazis en México. Faltaba una
pieza del rompecabezas: la novela póstuma Profunda
retaguardia.
Bibliografía
Bolaño, Roberto. Reinventar el amor, Taller Martín
Pescador, México, 1976.
___________. La literatura nazi en América, Editorial Seix Barral, España, 1996.
___________. Los detectives salvajes, Editorial Anagrama, España, 1998.
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Silva, Raúl. Crónica del Movimiento Infrarrealista, libro inédito, manuscrito
consultado en diciembre de 2016.
http://aristeguinoticias.com/0406/cultura/la-presencia-de-los-nazis-en-cuernavaca-primeroscapitulos/
[1] Lowry, Malcolm. Bajo el volcán
[cuento, traducción de Raúl Ortiz], Editorial Galerna, Argentina, 1967.
[4] Ibid.
[5] Ibid.
[6] “Otros anuncios del paisaje urbano de
Oaxaca que Malcolm Lowry incorporó a su
obra clásica son el ya comentado de la harina Princesa Donají, el de Baños de
la Libertad y el de Casa Brandes”. Lumbreras, Ernesto. Oro líquido en cuenco de obsidiana. Oaxaca en
la obra de Malcolm Lowry, Textos de Difusión Cultural. UNAM, México, 2015.
[8] Ibid.
[9] Ibid.
[10] Herrera Petere, José. Profunda retaguardia. Novela de Cuernavaca
[edición crítica, introducción y notas de Mario Martín Gijón], Obras completas.
Narrativa III, Diputación de Guadalajara/Junta de Castilla La Mancha, España,
2009.
[11] Ibid.
[12] Ibid.
[14] Herrera Petere, José. Profunda retaguardia. Novela de Cuernavaca
[edición crítica, introducción y notas de Mario Martín Gijón], Obras completas.
Narrativa III, Diputación de Guadalajara/Junta de Castilla La Mancha, España,
2009.
[15] Délano, Poli. “Nerudeando con
nostalgia”, en Entre la pluma y la pared,
Textos de Difusión Cultural. UNAM, México, 1999.
[16] Herrera Petere, José. Profunda retaguardia. Novela de Cuernavaca
[edición crítica, introducción y notas de Mario Martín Gijón], Obras completas.
Narrativa III, Diputación de Guadalajara/Junta de Castilla La Mancha, España,
2009.
[18] “La reinvención del amor como un recorrido por los caminos
mexicanos, viajando en un camión de los refrescos Lulú en compañía de su padre, una aventura de la imaginación que se
asume como una conquistadora, el delirio de los primeros amores”. Silva, Raúl. Crónica del Movimiento Infrarrealista,
libro inédito, manuscrito consultado en diciembre de 2016.
[20] En el monólogo de Fabio Ernesto
Logiacomo, el personaje se refiere a los poemas de Roberto Bolaño y Mario
Santiago Papasquiaro: “estos dos (el chileno y el mexicano) escribían poemas
larguísimos, eso decían, yo no los había leído todavía, y tenían creo que hasta
una teoría acerca de los poemas largos, los llamaban poemas-novela”. Bolaño, Roberto. Los detectives salvajes, Editorial Anagrama, España, 1998.
[21] Lowry, Malcolm. Bajo el volcán [novela, traducción de Raúl Ortiz], Ediciones Era,
México, 1964.