lunes, 12 de diciembre de 2016

Entrevista con Inocencio Rodriguez

Inocencio Rodríguez: “Fue un privilegio trabajar con Carlos Pellicer, transcribí sus poemas”
Por Mario Casasús

Tepoztlán.- En entrevista con la Cartelera Cultural, Inocencio Rodríguez Flores (1942), doctor en sociología por la UNAM, recuerda a su amigo y mentor Carlos Pellicer: “En la casa de Sierra nevada conocí a Pablo Neruda y Juan Rulfo, y en la casa de Tepoztlán conocí al pintor Dr. Alt, Pellicer lo invitó por tres días, pero la sorpresa fue que no quiso irse, Carlos le dijo a su amigo: ‘Maestro, nos vamos’, el Dr. Alt respondió: ‘No me voy, no pienso perder la vista de estas montañas’. Quién querría irse, su casa tiene una ventana de 2 metros de ancho por 1.5 de largo, frente al cerro del aire. Mirando por esa ventana nació el poema Tempestad y calma, recuerdo un par de versos: ‘el huracán de rocas de Tepoztlán’. Cuando estaba en Morelos me invitaba a su casa, pero Pellicer no permanecía quieto, se iba a Tabasco, o viajaba al Distrito Federal”. El doctor Inocencio Rodríguez participó en la exposición original del Museo de Arte Prehispánico Carlos Pellicer.

MC.- El Museo de Arte Prehispánico Carlos Pellicer cumplió 50 años, ¿cuándo llegó el poeta tabasqueño a Tepoztlán?
IR.- En 1933 llegó de excursión con su mochila al Tepozteco, se bajaron en la estación del tren de Tepoztlán, llegaron al pueblo y al otro día subieron el cerro para ver la pirámide. Se quedó tan impresionado, se enamoró del paisaje y comenzó a venir con frecuencia, hasta que en 1935 compró el primer terreno, Carlos bautizó su casa: “Flor y canto”, él mismo puso el letrero en la trabe de la puerta, después compró el terreno junto a su casa y luego le ofrecieron el siguiente terreno, ahora son propiedades de sus sobrinos Carlos y Juan Pellicer.    

MC.- ¿El Museo Arqueológico siempre estuvo en el granero del Convento de Tepoztlán?
IR.- Hubo un museo antes, en realidad eran cuatro vitrinas que estuvieron en el Salón de Cabildos, Francisco Rodríguez fue el primer explorador de la pirámide del Tepozteco en 1886, pero después de la Revolución de 1910 desaparecieron las piezas que descubrió Francisco Rodríguez, a excepción de dos anillos de juego de pelota que ahora están en el Museo Carlos Pellicer.

MC.- ¿Cómo conoció a Carlos Pellicer?
IR.- Lo conocí en Tepoztlán. Un general del ejército me nombró su ayudante durante el Servicio Militar, en lugar de meternos a la cárcel por negarnos a marchar, convenimos que limpiaríamos las calles y removeríamos las piedras de los caminos. En 1965, Carlos Pellicer comenzó a instalar el Museo de Arte Prehispánico, una vez me ofrecí a limpiar las calles que rodean al Convento, como tenía el buen humor de los tabasqueños, me dijo: “Mira, yo no quiero nada con el ejército, pero quiero platicar contigo”, a la semana siguiente conversamos, me preguntó qué estudiaba y me invitó a vivir en su casa, bondadosamente me dio la oportunidad de continuar la preparatoria en la Ciudad de México, me consiguió trabajo y me ayudó a estudiar la licenciatura en Letras hispánicas en la UNAM.

MC.- ¿Dónde vivía Carlos Pellicer en el Distrito Federal?
IR.- En Sierra Nevada #779. El papá de Carlos era un militar carrancista, después de la Revolución compró un terreno en las Lomas de Chapultepec y lo repartió entre sus dos hijos: Carlos y Juan Pellicer.

MC.- ¿Quién visitaba la casa de Pellicer?
IR.- En la casa de Sierra nevada conocí a Pablo Neruda y Juan Rulfo, y en la casa de Tepoztlán conocí al pintor Dr. Alt, Pellicer lo invitó por tres días, pero la sorpresa fue que no quiso irse, Carlos le dijo a su amigo: “Maestro, nos vamos”, el Dr. Alt respondió: “No me voy, no pienso perder la vista de estas montañas”. Quién querría irse, su casa tiene una ventana de 2 metros de ancho por 1.5 de largo, frente al cerro del aire. Mirando por esa ventana nació el poema Tempestad y calma, recuerdo un par de versos: “el huracán de rocas de Tepoztlán”. Cuando estaba en Morelos me invitaba a su casa, pero Pellicer no permanecía quieto, se iba a Tabasco –era director de dos museos arqueológicos, en Villahermosa y La Venta-, o viajaba al Distrito Federal.

MC.- Mientras estudiaba la licenciatura en la UNAM, ¿usted era su secretario?
IR.- Transcribí muchos poemas de Pellicer, recuerdo que envió un libro inédito para el Premio Nacional de Aguascalientes, pero no ganó el certamen. También transcribí algunas notas de sus viajes por los museos de México, fui afortunado porque me enseñó muchos museos: Papantla, Tajín y La Venta, en fin, me enseñó a ver la museografía y a detectar las falsificaciones. Fue un privilegio trabajar con él en la instalación del Museo Arqueológico de Tepoztlán, ahora está muy cambiando, originalmente la museografía tenía fotos de la arquitectura prehispánica, las esculturas dialogaban con la alfarería, también incluía pinturas, el museo era pequeñito, pero tenía de todo. Yo participé en la exposición original y armaba las cajas con las piezas arqueológicas para enviarlas al museo de Tabasco.
                                        
MC.- Usted compró un regalo, a petición de Pellicer, para Pablo Neruda, ¿por qué eligió el libro Picardía mexicana?
IR.- En 1966, Pablo Neruda visitó a Pellicer, al regresar de mi trabajo me dijo: “Inocencio, tengo un problema, ¿qué le regalamos a Pablo Neruda?”, de puntada se me ocurrió: “Por qué no le regala el libro Picardía mexicana, con eso de que él es mujeriego, le viene muy bien el título”, a Pellicer le gustó la idea y me mandó a comprar el libro a Porrúa, le hacían descuento en esa librería, no sé si le escribió una dedicatoria, durante el Congreso de Escritores de 1966 le regaló el libro a Neruda, cuando pudieron conversar el poeta chileno le dijo: “ay Carlitos, no se te quita lo humorista”.

MC.- ¿Cuántos años vivió en la casa de Pellicer?
IR.- Hasta el último año de la licenciatura, cuando comencé a trabajar en una secundaria le retribuí algo de lo que mucho que me había dado. Pero tuvimos dos dificultades, por eso nos distanciamos, no le gustó que yo anduviera en el movimiento estudiantil de 1968, cuando regresé de una marcha me reprendió, él decía: “Las manifestaciones de los estudiantes serán el pretexto para que los Estados Unidos nos invadan, además te expones a que te encarcelen”, respetuosamente guardé silencio ante su argumento y me fui de su casa.

MC.- ¿Qué dijo después de la masacre del 2 de octubre?
IR.- No se pronunció públicamente para apoyar al movimiento estudiantil, antes sí tenía una opinión política, fue preso junto a José Carlos Becerra, los dos publicaron un manifiesto contra el imperio norteamericano, por cierto, los arrestaron en la calle Francisco I. Madero repartiendo el panfleto antiyanqui, los presentaron ante el Ministerio Público, al poco tiempo supieron quiénes eran y los liberaron, el juez les ofreció disculpas, los burócratas del gobierno admitieron que los gringos son nuestros opresores.   

MC.- ¿Cuál era su postura política en general?
IR.- No era comunista, era bolivariano y cristiano, ayudaba a los trabajadores de los museos en Tabasco y Tepoztlán. Por ejemplo, Carlos Sebastián Hernández era albañil, y con la ayuda de Pellicer estudió la secundaria, la preparatoria y la licenciatura en derecho, era muy generoso. El maestro Carlos Pellicer admiraba a San Francisco de Asís y al mismo tiempo era muy bolivariano.   

MC.- El movimiento de 1968 los alejó por primera vez, ¿cuál fue el segundo pretexto de distanciamiento?
IR.- Cuando me di cuenta que engañaban a Carlos Pellicer y compraba falsificaciones, él me enseñó cómo identificar las piezas auténticas. Adela Peña -su ama de llaves, conocida como Chabela- me dijo: “Inocencio, qué hacemos, están robando al maestro, le venden muchas piezas, pero se me hace sospechoso que los vendedores vienen con mucha frecuencia”. Mi consejo para Chabela fue: “Dígale a los vendedores que el maestro Pellicer ya sabe que las piezas que le ofrecen son falsas y los vamos a denunciar ante la policía por fraude”, pero Pellicer se dio cuenta de inmediato que no le vendían piezas arqueológicas y le tuve que explicar: “Discúlpeme maestro, pero usted me enseñó a identificar las falsificaciones”, y se enojó conmigo: “Usted no me va a dar clases de arqueología”, le metieron gato por liebre.

MC.- ¿Habrá alguna falsificación exhibida en el Museo de Tepoztlán?
IR.- Sí, conté 45 falsificaciones en su casa del Distrito Federal, seguramente alguna pieza se coló al Museo de Arte Prehispánico Carlos Pellicer.

MC.- ¿Dónde quedó la biblioteca de Carlos Pellicer?
IR.- En Tabasco, los sobrinos donaron la biblioteca del maestro al Museo Carlos Pellicer, el museo está en su casa natal.

MC.- ¿Pellicer le prestaba libros?
IR.- Sí, el maestro me ponía a leer poemas de Díaz Mirón, también me prestaba libros de tu bisabuelo -Joaquín Casasús-, y en casa de Pellicer leí el poema Alturas de Machu Picchu de Pablo Neruda, lo recuerdo porque Pellicer también viajó a Perú y escribió un poema genial que menciona al río Urubamba.

MC.- Finalmente, ¿quién heredó el archivo privado de Carlos Pellicer?
IR.- Su sobrino, Carlos Pellicer López publicó un libro con parte del archivo del maestro.


*Entrevista publicada en la edición impresa de la Cartelera Cultural de Morelos (diciembre de 2016).