Hugo Gutiérrez Vega: "El monopolio de los editores españoles provoca el aislamiento literario"
Por Mario Casasús/Clarín de Chile
México DF.- En entrevista con Clarín.cl
Hugo Gutiérrez Vega (1934), director de La Jornada Semanal, habla del
Comité Mexicano de Solidaridad con Chile de 1973, aborda su amistad con Neruda
y critica el actual
aislamiento literario: “Había más comunicación en la
época de Pablo Neruda y Octavio Paz; nosotros sólo tenemos un convenio de
colaboración con El País de Montevideo, hemos intentando firmar
convenios, pero en Chile, ¿con quién, con El Mercurio?, no gracias. A
pesar de Internet estamos aislados desde el punto de vista literario. La culpa,
en buena medida, es de los editores españoles y su monopolio inmoral, por eso
yo trato de hacer con frecuencia un informe sobre literatura brasileña, pronto
me enviarán una colaboración sobre poetas novísimos de Ecuador y dedicaré un
número especial a Chile para la Feria Internacional del Libro de Guadalajara”.
Autor de los
libros: Buscando amor (Losada, 1965), Cuando el placer termine
(1976), Tarot de Valverde de la Vera (1981), Las peregrinaciones del
deseo (FCE, 1987), El erotismo y la muerte (1988), Andar en
Brasil (1988), Los soles griegos (1990), Cantos del Despotado de
Morea (1994), Los pasos revividos (1997), Una estación en Amorgós
(1997), Antología personal (FCE, 1998), Los pasos del nómada
(1999), Lecturas, navegaciones y naufragios (1999), Algunos ensayos
(2000), Peregrinaciones (FCE, 2002) y Esbozos y miradas del Bazar de
Asombros (2006).
El primer
libro de Hugo Gutiérrez Vega lo publicó la Editorial
Losada: “Compartí la amistad con Gonzalo Losada, hicimos un viaje a Rumania
junto a Rafael Alberti, Miguel Ángel Asturias y Pablo Neruda, yo había
traducido a Ion Luca Caragiale y les llamó la atención que un mexicano
tradujera al dramaturgo rumano, por eso me invitaron. Tenía algunos poemas
publicados y un libro en espera para que fuera aprobado por Losada en Buenos
Aires, así que cuando regresamos del viaje –recuerdo que hablé poco y escuché
mucho-, me dijo Gonzalo Losada: ‘qué cabrón será usted, qué astuto, tiene un
libro conmigo esperando para ser aprobado y ahora el consejo editorial me pide
que lo publique pronto, usted no se imagina quiénes son mis tres lectores:
Alberti, Neruda y Asturias’. Rafael Alberti era un padre poético para mí, a
través de Alberti llegué a Neruda”.
MC.- Don Hugo, ¿por qué se
involucró en el Comité Mexicano de Solidaridad con Chile?
HG.- Al principio yo llevaba una larga amistad con
Pablo Neruda, estuvimos juntos en Rumania, en una visita cultural; por cierto
cargué las maletas del viaje, yo era el joven del grupo y cada día pesaba más
el equipaje, porque si al poeta chileno le gustaba una piedra la metía en la
maleta, igual si le gustaba un caracol o un libro, al final eso no le
importaba, sería otro el que cargaría las valijas (risas), nos hicimos muy
amigos, me habló mucho de Salvador Allende, Neruda tenía una gran admiración
por Allende y sabía quién era la persona.
Antonio Tabucchi decía que la política es
intrínsecamente mala, porque es el arte de llegar al poder y mantenerse ahí a
toda costa, sin ningún reparo moral, lo que salva a la política son algunas
personalidades, algunos individuos, Tabucchi decía humorísticamente: “yo
conozco tres personalidades en el siglo XX: Mahatma Gandhi, Mahatma Gandhi y
Mahatma Gandhi”. Alguna vez en El Escorial le dije: “Tabucchi, yo conozco tres
personalidades del siglo XX: Mahatma Gandhi, de acuerdo, pero los otros dos
serían: Salvador Allende y Nelson Mandela”.
MC.- ¿Entró al Comité Mexicano de
Solidaridad con Chile en respuesta al golpe de Estado?
HG.- No, primero entré a la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales de la UNAM, el doctor Ignacio Millán dirigía el Comité de
Solidaridad con Chile, pero estaba enfermo y me dijo: “Hugo, hazte cargo del
Comité”, fui director del Comité tres meses antes del golpe de Estado, ni
siquiera pude viajar a Chile durante la Unidad Popular, yo quería conocer al
Presidente Salvador Allende en Santiago.
Cuando me avisaron del golpe, hablé con el
Embajador de Chile en México -Hugo Vigorena-, convocamos a una marcha por la
Avenida Reforma, nos detuvimos frente a la embajada de Estados Unidos para
“mentarles la madre” y el mitin lo hicimos en el Hemiciclo a Benito Juárez, fui
el único orador del mitin –como presidente del Comité de Solidaridad con
Chile-, recuerdo a Elena Poniatowska cuando me dijo que le gustó mi discurso,
en especial porque utilicé la metáfora de García Lorca para referirme a los
Carabineros de Chile: “jorobados y nocturnos”.
12,000 mexicanos nos manifestamos contra el golpe
de Estado, a partir del 11 de septiembre de 1973 cambió la dinámica del Comité,
recibimos a los compañeros exiliados y denunciamos los crímenes cometidos por
la dictadura. Por convicción política entré al Comité, me parecía que el camino
para América Latina era el que estaba siguiendo Salvador Allende en Chile,
habían personas “radicales” que me decían que yo estaba equivocado y les
respondía: “puede ser que lo maten, que fracase la vía chilena al socialismo,
pero es el camino, los caminos son accidentados, no están pavimentados, pero
eso no le quita al camino su carácter de único y posible para Latinoamérica”.
Así quedó demostrado: el Presidente Hugo Chávez ha
ganado los plebiscitos democráticamente, Luis Ignacio Lula y Dilma Rousseff refrendaron la vigencia de la
izquierda en Brasil, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia
representan el socialismo del siglo XXI. Estoy hablando de los discípulos de
Salvador Allende, la Alianza Bolivariana para los pueblos de las Américas
(ALBA) sigue el camino de las reformas dentro de la legalidad, aunque se piense
ingenuo o candoroso ese camino, es el único posible. Aquí en México, Andrés
Manuel López Obrador está retomando el ejemplo de Salvador Allende; el gobierno
de la Unidad Popular cumplió las reformas que había prometido: la
nacionalización del cobre, la reforma agraria, mejoró los programas educativos
y de salud pública, entregó medio litro de leche todos los días, a todos los
niños de Chile, etcétera. Defiendo los objetivos y la congruencia de la vía
chilena al socialismo, además por la simpatía al personaje.
Conocí a Salvador Allende en México, no en Chile
–esa era mi aspiración-, conversé con el Presidente Allende una vez terminado
su discurso en la Universidad de Guadalajara, fuimos a comer con la Federación
de Estudiantes y pude hablar con Allende unos minutos, desgraciadamente no todo
lo que hubiera querido.
MC.- Los integrantes del Comité
Mexicano de Solidaridad con Chile todavía están vinculados con el país
sudamericano: el sociólogo Rodolfo Stavenhagen, el diplomático Gonzalo Martínez
Corbalá, el intelectual Pablo González Casanova y usted, ¿a qué lo atribuye?
HG.- Construimos una fraternidad muy sólida y de
alguna manera la muerte de Allende nos unió. El gobierno de Ricardo Lagos
otorgó la Medalla Presidencial Centenario de Pablo Neruda a cinco mexicanos que
no tuvieron nada que ver con el Comité de Solidaridad, pero creo que fue
deliberado, para no generar polémica.
Los integrantes del Comité creamos una fraternidad
en torno a Salvador Allende, Pablo Neruda y la cultura chilena, nunca rompimos
los vínculos, se mantienen a pesar de que el proyecto socialista está
tambaleándose en Chile. Ahora lo único que veo son los estudiantes indignados,
confieso con mucha tristeza que no veo al Partido Socialista con posibilidades,
ante el regreso de los momios, son momios diferentes, menos brutos, pero momios
al final de cuentas (risas), el Partido Socialista está terriblemente
fragmentado, además los últimos gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet
tuvieron grandes fracasos e indolencias. Sólo los estudiantes mantienen la
dignidad política de Chile, por eso el actual régimen les tiene miedo, les
preocupa el crecimiento del movimiento estudiantil. Sigo leyendo las noticias,
me interesa la historia chilena, estoy al tanto de la poesía, el paso del
tiempo no romperá mi vínculo con Chile.
MC.- Sin embargo no he leído
alguna referencia a Chile en “Las peregrinaciones del deseo (1965-1986)”
HG.- Escribí un poema dedicado al día del golpe de
Estado, mi último libro lo publicó el Fondo de Cultura Económica.
MC.- Alguna vez me contó que
todavía conserva un ejemplar de la “Antología Popular 1972” de Neruda, ¿la
comitiva del Presidente Allende le regaló el libro en Guadalajara?
HG.- En efecto, me trajeron la Antología Popular
de Neruda en ese viaje de la delegación chilena a la Universidad de
Guadalajara.
MC.- Tres columnistas de La Jornada
Semanal –Marco Antonio Campos, Juan Domingo Argüelles y usted- son
especialistas en la poesía y biografía de Neruda, si bien cada uno hizo su
carrera literaria y periodística alejado de Nobel chileno, ¿por qué insisten en
las navegaciones y regresos en torno a Neruda?
HG.- Se habla mucho de Rubén Darío, César Vallejo y
Ramón López Velarde, pero creo que el iniciador de la poesía moderna en lengua
española es Pablo Neruda, porque antes la poesía tenía un lenguaje exclusivo,
consagrado, sacramental, canónico, y Neruda rompió con ese lenguaje, hizo que
entraran a la poesía todos los aspectos del mundo y de la realidad, desde una
cebolla, un caldillo de congrio –ese poema es una receta, lo intenté cocinar
pero me faltó el congrio-, una bicicleta, una noche estrellada, los alimentos
terrenales, los políticos con los que coincidían y con los que no, Neruda era
implacable, a veces injusto, con Muñoz Marín fue tremendamente injusto, igual
con los escritores cubanos.
Neruda acabó con el lenguaje sacralizado y todo el
mundo entró a la poesía; Neruda no era coloquial, sino formal, no formalista,
amaba la forma, llevaba la música por dentro y por fuera, sus poemas tienen una
música interna y externa, Neruda es un gran revolucionario en la poesía de todo
el mundo, no sólo en Latinoamérica, al decirnos que todo se puede poetizar,
hasta las realidades más lánguidas, las más melancólicas, o las más horrendas
forman parte de la poesía. Por eso permanece, y por eso poetas como Marco
Antonio Campos, Juan Domingo Argüelles y Alí Chumacero, recibieron tanta
influencia de Neruda, seguimos leyendo a Pablo, en mi buró tengo el Canto
general, Residencia en la tierra, El Quijote y la Biblia.
MC.- En 1942, Neruda invitó a
Juan José Arreola para que fuera su secretario y “botones” en un viaje a Moscú,
pero no aceptó. ¿Le preguntó por su coterráneo de Jalisco?
HG.- Conmigo usó el término: “secretario”, pero en
realidad era su “botones”, yo le decía: “debí ser secretario de Borges, más que
tuyo” (risas). Neruda tenía una gran estimación por Juan José Arreola, lo leía
con cuidado, le gustaba mucho. Pablo sabía mucho de literatura mexicana,
recuerdo que en 1969 invitó a Isla Negra a Rosario Castellanos y a Juan Rulfo
para que participaran en un congreso internacional de escritores.
MC.- Don Hugo, ¿en qué año
acompañó a Neruda por Rumania?
HG.- 1964.
MC.- Publicó su primer libro:
Buscando amor (1965) en la misma editorial que Neruda: “Losada”, ¿qué amistades
compartió con el poeta chileno?
HG.- Compartí la amistad con Gonzalo Losada, el
viaje por Rumania lo hicimos junto a Rafael Alberti, Miguel Ángel Asturias y
Pablo Neruda, yo había traducido a Ion Luca Caragiale y les llamó la atención
que un mexicano tradujera al dramaturgo rumano, por eso me invitaron. Tenía
algunos poemas publicados y un libro en espera para que fuera aprobado por
Losada en Buenos Aires, así que cuando regresamos del viaje –recuerdo que hablé
poco y escuché mucho-, me dijo Gonzalo Losada: “qué cabrón será usted, qué
astuto, tiene un libro conmigo esperando para ser aprobado y ahora el consejo
editorial me pide que lo publique pronto, usted no se imagina quiénes son mis
tres lectores: Alberti, Neruda y Asturias”, el primer libro que publiqué me
costó sangre, sudor y lagrimas por cargar las maletas del viaje a Rumania
(risas). Rafael Alberti era un padre poético para mí, a través de Alberti
llegué a Neruda, con el tiempo nos hicimos amigos, hablé varias veces con
Neruda -por teléfono- durante los días que representó diplomáticamente al
gobierno de Salvador Allende en Francia.
MC.- Neruda se desempeñó como
diplomático en Birmania, Ceilán, Java, Singapur, Argentina, España, México y Francia. ¿Siguió el ejemplo del Embajador
Neruda al compaginar la literatura con la diplomacia?
HG.- No, en México hay una vieja tradición desde el
siglo XIX, el dramaturgo Manuel Eduardo de Gorostiza fue nuestro primer
ministro de la legación en Londres, los novelistas Manuel Payno e Ignacio
Manuel Altamirano trabajaron en la diplomacia, después los poetas Amado Nervo y
Enrique González Martínez; en el siglo XX la lista es larga: los
Contemporáneos, Jaime Torres Bodet, Rafael Bernal, Carlos Fuentes, Octavio Paz,
Sergio Pitol, Fernando del Paso y yo. Podría hacer una lista de 50
diplomáticos-escritores de México.
MC.- ¿Nunca le ofrecieron una
misión diplomática en Chile?
HG.- No, fui a Chile por última vez hace 5 años,
pero en un viaje particular: visité a Hortensia Bussi de Allende, a Lucho
Maira, a Hugo Vigorena, a Hugo Miranda, ya había muerto Pedro Vuskovic. No fui
a nada oficial, me faltaba conocer Valdivia, sólo pasé un par de días en
Santiago. Conocí Chile bastante bien con Manuel Rojas, recorrimos la
cordillera, fuimos hasta Punta Arenas.
MC.- ¿En qué año?
HG.- 1958.
MC.- ¿Dónde conoció a Manuel
Rojas?
HG.- En la Universidad de Maryland, la última
esposa de Manuel Rojas era una estudiante norteamericana. Recuerdo que Manuel
medía 2 metros –era fortachón-, había sido contrabandista en Los Andes,
anarquista, impresor, había estado preso, había escrito Lanchas en la bahía
(1932) e Hijo de ladrón (1951), era un personaje extraordinario. Años
después, cuando yo dirigía un grupo de teatro en Querétaro, Manuel Rojas se
hospedó en mi casa durante una semana y escribió el libro: Pasé por México
un día (1964), son sus memorias del viaje por México, aquí tenía dos
amigos: Emanuel Carballo y yo.
MC.- ¿Qué libros adquirió en su
último viaje a Chile?
HG.- Compré varios libros de Pablo de Rokha,
Enrique Lihn y Gonzalo Rojas. Mi admiración por la poesía chilena inició con La
Araucana de Ercilla, incluso escribí una pequeña tesis.
MC.- ¿No le parece que falta
comunicación entre los poetas y lectores de México y Chile?, ¿por qué cuesta
tanto trabajo conocer los libros de Sudamérica en México y viceversa?
HG.- Los culpables son los editores españoles,
porque publican la novela de un costarricense sólo para Costa Rica y si no la
venden la trituran, no envían el tiraje a otros países. Había más comunicación
en la época de Pablo Neruda y Octavio Paz; nosotros –en La Jornada Semanal-
sólo tenemos un convenio de colaboración con El País de Montevideo,
hemos intentando firmar convenios, pero en Chile, ¿con quién, con El
Mercurio?, no gracias.
A pesar de Internet estamos aislados desde el punto
de vista literario. La culpa, en buena medida, es de los editores españoles y
su monopolio inmoral, por eso yo trato de hacer con frecuencia un informe sobre
literatura brasileña, acabo de publicar un ensayo sobre estudios martianos en
Cuba, pronto me enviarán una colaboración sobre poetas novísimos de Ecuador y
usted, don Mario Casasús, coordinará un número especial sobre la situación
literaria y artística de Chile para la próxima Feria Internacional del Libro de
Guadalajara. La FIL es un buen escenario para conocernos entre
latinoamericanos, a veces las universidades gringas cuando vamos a dar
conferencias, pero no hay un intercambio activo como antes y esto me preocupa
profundamente.
MC.- El efecto dominó terminó con
la mayoría de los suplementos culturales en México, sólo quedan dos en pie:
Laberinto y La Jornada Semanal, ¿qué tipo de problemas enfrenta La Jornada
Semanal?
HG.- La falta de patrocinadores, es indispensable
que los gobiernos tomen las riendas del patrocinio de la cultura sin tratar de
controlarla, respetando la libertad de expresión y creación. Después vendrá la
iniciativa privada, aunque a veces pretende imponer más censura que los
gobiernos, la Coca-Cola no me da ni un anuncio para La Jornada
Semanal. Hace poco le pregunté a una amiga que trabaja en una cervecería mexicana
¿por qué no compran un anuncio de 50,000 pesos semanales, si para ustedes es
como quitarle una pluma a un gallo?, con 5,000 dólares podría subir los sueldos
de mis colaboradores, mi amiga prometió presentar el proyecto al Consejo
Administrativo y le dieron esta respuesta: “¿cómo vamos a patrocinar a los que
nos atacan?”, así es la clase empresarial mexicana, si hasta los déspotas
ilustrados han financiado a la cultura, Federico de Prusia apoyaba a los que lo
insultaban, los déspotas ilustrados sabían que era indispensable abrir espacios
a la cultura por los mecanismos de desahogo, por elemental justicia y porque
les convenía.
La Jornada Semanal cuenta con 500,000 lectores y la edición electrónica supera los
2,500,000 lectores, he demostrado que conviene invertir en un suplemento
cultural, algunos empresarios sí se dan cuenta que deben anunciarse en La
Jornada, porque sus lectores son la clase media intelectual, pero la miopía
y el boicot suelen imponerse al momento de patrocinar a los suplementos culturales
en México.
MC.- ¿Editar La Jornada Semanal
es un acto de necedad y resistencia política?
HG.- Es un acto de necedad heroica del periódico,
eso es lo atractivo, los domingos se venden más ejemplares de La Jornada,
también recibimos cartas de todo el mundo, las universidades nos piden
materiales, por ejemplo, el último número que dedicamos a Carlos Fuentes la
Universidad de Baltimore nos pidió un sobretiro, no le causamos ningún daño
económico a La Jornada, al contrario, el periódico ha mantenido una
terquedad heroica al entregar todos los domingos un suplemento que toma el
pulso a la cultura, que reivindica algunas figuras olvidadas o descubre a
nuevas figuras literarias y que vigila la libertad de expresión.
MC.- Finalmente, La Jornada
Semanal y La Jornada retomaron la noticia del presunto asesinato de Neruda, en
voz del corresponsal en Chile y de Gonzalo Martínez Corbalá, ¿por qué le
interesa este tema a La Jornada?
HG.- Es necesario hurgar en el pasado cuando incide
en el presente. La muerte de Neruda nos sigue pesando a todos en el alma,
debemos saber qué pasó, por eso La Jornada insiste tanto en el tema, no
hay tema muerto y cuando ese tema repercute en el presente es un tema vivo.
Creo que Pablo Neruda continúa siendo el poeta del continente.