Norma Abúndez: “Todavía
no dimensionamos la aportación cultural de José Agustín en Morelos”
Por Mario Casasús*
Por Mario Casasús*
Cuautla.- En entrevista
con la poeta Norma Abúdez (1963), recordó los detalles desconocidos de José
Agustín en Morelos: el prólogo que escribió para la antología Transparencia de un insomnio (1983) de
los 7 asistentes al taller de creación literaria, los jóvenes autores
compartieron mesa con los escritores consagrados durante el primer Encuentro de
Narradores (1983). “Todavía no dimensionamos la aportación cultural de José
Agustín en Morelos, por falta de perspectiva. José Agustín participó en el Cine
Club del Museo Casa de Morelos, traía a Cuautla una selección de la Filmoteca
de la UNAM, desmenuzaba la técnica de los guionistas, nos explicaba el contexto
de la producción y la biografía del director. José Agustín llegó en un momento
clave para Cuautla, puso en boga los talleres literarios”.
MC.- Norma, ¿cuándo conociste a José Agustín en Cuautla?
NA.- Lo ubico cuando
cursaba sexto año de primaria, porque había una reunión en casa de mis padres
cada viernes, yo los escuchaba a lo lejos, pero francamente a esa edad no me
interesaban mucho los temas que discutían, había una voz cantante, una voz
aguda, que despertó mi curiosidad, la mayoría eran hombres, era el “Club de
Tobi”, comencé a acercarme a ellos y me di cuenta que decían cosas
verdaderamente interesantes. Oía sus conversaciones, al pasar el tiempo decidí
bajar para escucharlos de cerca, descubrí que los convocaba la voz aguda de
José Agustín, a partir de entonces no me separé de mi padrino José Agustín.
MC.- Tus padres fueron amigos de José Agustín, alguna vez me contaste,
por teléfono, que salieron de excursión, ¿a dónde?, ¿cuál era la ruta
gastronómica por Morelos?
NA.- Margarita y José
Agustín llegaban a la casa de mis padres porque eran amigos, recuerdo que nos
visitaban mi tío Arturo Alarcón y Carlos Barreto Mark, gracias a la dinámica de
la reunión de los viernes, conocí a Margarita y sus hijos Andrés, Jesús y Tino
en casa de Carlos Barreto, porque salimos en la camioneta rambler color beige a
conocer las zonas arqueológicas de Morelos: Xochicalco y Chalcatzingo.
MC.- ¿Y Tepoztlán?
NA.- Obviamente fuimos
a Tepoztlán, pero recuerdo con cariño la región sureña. Carlos Barreto nos
explicaba el contexto de las ruinas, el INAH comenzaba a instalar los museos en
cada sitio arqueológico y en el pueblo de Chalcatzingo había una alberca
pública.
MC.- ¿Cuándo te invitó José Agustín a su taller literario en Cuautla?
NA.- Asistí a la
segunda generación del taller literario, yo estudiaba el bachillerato en 1982.
Antes, en la década de 1970, José Agustín había organizado un taller en la
cafetería del señor Olivera, pero en la segunda etapa había un poco más de
formalidad.
MC.- ¿Dónde impartía José Agustín el taller literario?
NA.- En la Casa de la
Cultura de Cuautla, estaba junto a la Iglesia de Santo Domingo, mi papá era el
administrador. Yo creo que mi papá, Luciano Abúndez, formalizó la sede del
taller literario en el centro de Cuautla, porque una vez me dijo: “oye, José
Agustín abrirá un taller literario y un taller de lectura”. Me presenté a la
primera clase y ya no me fui, lo primero que explicó José Agustín fue “forma y
fondo”, éramos 7 personas, era un taller heterogéneo.
MC.- ¿Nadie desertó del taller?
NA.- Recuerdo que entramos
10 a la primera sesión y terminamos 7.
MC.- ¿Entre qué edades rondaban los talleristas?
NA.- Yo era la menor,
tenía 17 años. El mayor era David Medina Portillo, él tendría 20 años en 1982.
Asistí a los dos talleres, al de lectura y al de creación literaria.
MC.- ¿El mismo día, a diferentes horarios?
NA.- En diferentes
días, el taller de lectura no llegó a muchas sesiones, creo que era cada
martes. El taller de creación literaria sin duda era los viernes por las
tardes, sacando cuentas, las sesiones debieron durar dos años.
MC.- El editor Andrés Ramírez me dijo que publicaron una antología de
los talleristas, ¿conservas algún ejemplar?
NA.- Publicamos una plaquette en 1983, Juan Pablos Editor nos envió las galeras para revisarlas y José
Agustín escribió el prólogo.
MC.- ¿Cómo bautizaron la antología?
NA.- Transparencia de un insomnio (1983).
Cuando presentamos la antología en Cuautla, obviamente José Agustín nos
acompañó, ahí firmé mi primer autógrafo.
MC.- ¿A esa edad dimensionaron la importancia del autor del prólogo?
NA.- Nadie sabía quién
nos impartió el taller, tampoco José Agustín presumía su trayectoria literaria
y política, siempre fue un hombre sencillo y generoso. Los únicos que habíamos
leído a José Agustín éramos David Medina y yo, porque mi padrino le regalaba
sus libros autografiados a mis papás.
MC.- ¿Cuál era el perfil de los otros talleristas?
NA.- Había una chica
que vendía billetes de lotería, había una maestra, un estudiante de ciencias de
la educación, otro amigo mío que escribía cuentos muy extrañas, había un ginecólogo,
llegaba el señor Olivera, quien asistió al primer taller que se organizó en su
cafetería y había asistido como oyente a los talleres del Centro Mexicano de
Escritores con Juan Rulfo y Juan José Arreola, el señor Olivera se jactaba de
eso, nos hacía unas críticas finas.
MC.- ¿Cuál era la metodología de José Agustín para su taller
literario?
NA.- Llegábamos y
leíamos nuestros textos, al principio no nos pedía fotocopias, después nos
pedía fotocopias para todos los demás. Hacía una ronda de comentarios de
nuestros textos. Nos decía: “tienen que vencer dos temores: 1.- decir lo que
piensas y 2.- aguantar lo que te dicen”. José Agustín no te decía: “no sirves
para esto”, te criticaba de manera cortés, todas sus observaciones te las decía
educadamente y la semana siguiente debíamos traer el texto corregido.
MC.- José Agustín era severo en sus críticas, me consta porque, en
diciembre de 2005, me dijo que le prohibió a un personaje de Cuautla apodado “Cañaburros”
decir que asistió a su taller, ¿qué pasó?, ¿conoces la historia?
NA.- El famoso Cañaburros se presentó con Edmundo Valadés,
director de la revista El Cuento, le
llevó un par de textos y le dijo: “maestro, me mandó José Agustín”, casi lo
obligó a que lo publicara. Cañaburros
escribía mucho, cosas de historia, José Agustín le decía: “mira Cañaburros, si todo lo que escribes lo
corrigieras, y nos hicieras caso en las observaciones, para que te queden a la
mitad los relatos, porque no te van a pagar por el kilo de papel”, pero por
soberbia nunca hacía caso. Cañaburros
le pidió a su papá que le publicara un libro y le pagó la autoedición, es un
libro malísimo. Los dos cuentos que le llevó a Edmundo Valadés no salieron publicados
en la revista porque el director habló con José Agustín y se dio cuenta que no
lo había autorizado para hablar en su nombre o recomendar los cuentos para su
edición. Yo hablé con Cañaburros, le
dije: “la cagaste amigo, tú no puedes llegar con alguien y recomendar tu propia
obra mintiendo que José Agustín recomienda que te publiquen”.
MC.- ¿José Agustín es tu padrino en el ritual católico o en el plano
literario?
NA.- Cuando salí del
bachillerato mi papá le pidió a José Agustín que fuera mi padrino de graduación
del Cebetis 76, para poder llamarse
compadres.
MC.- ¿José Agustín te prestaba libros?
NA.- Claro, a la
fecha. Yo entraba a la biblioteca y podía traerme el título que quisiera a mi
casa.
MC.- ¿Incluso un libro autografiado por García Márquez o Juan Rulfo?
NA.- Bueno, hay cosas
que no puedes sacar de su casa en Brisas. Una vez salí con 20 libros de cine
que me prestó para un programa de televisión, soy una privilegiada cuando me
prestan algo de la biblioteca joseagustiniana siempre regreso los libros, no me
he quedado con uno. Recuerdo que José Agustín me prestó dos libros de Milan Kundera:
La broma y Los amores ridículos, cuando Kundera era un desconocido en México.
MC.- ¿Antes de que lo trajera Carlos Fuentes?
NA.- Todavía no lo
publicaban en Vuelta, ni en Nexos. José Agustín traía los libros de
Kundera desde Barcelona.
MC.- ¿Tienes idea de cuántos títulos hay en la biblioteca
joseagustiniana?, recuerdo que está ordenada.
NA.- No, me parece que
Yolanda de la Torre comenzó a ordenar la biblioteca y creo que terminó el trabajo
la pareja de Enrique Serna, creo que ya está inventariada.
MC.- Pasemos a los Encuentros de Narradores, ¿cuál fue el primero?, ¿a
quién conociste?
NA.- Un día de 1983,
llegó José Agustín al taller y nos dijo: “oigan, qué creen, organicé un
Encuentro de Narradores, hablé con el Pollo
Campos, con Carlos Barreto del INAH y con el alcalde Alfonso Cerqueda, de aquí
participarán fulanito y fulanita”. Yo estaba en la lista.
MC.- ¿Entonces los jóvenes talleristas compartieron le mesa con los
narradores consagrados?
NA.- Claro. Pero yo le
respondí: “Es un Encuentro Nacional de Narradores y yo soy poeta”. Me dijo: “no
te puedes echar para atrás, tu nombre está en el póster de la UNAM, escribe
algo en prosa”. Así que retomé la palabra de Alejo Carpentier como alguien que
se va: “me alejo”, escribí una prosa poética, no sé cómo me salió. A la entrada
del Encuentro de Narradores pusimos una mesa con la antología Transparencia de un insomnio (1983) para
que los invitados compraran nuestro libro.
MC.- ¿Quiénes vinieron del Distrito Federal?
NA.- Recuerdo a Elena
Poniatowska, Vicente Leñero, Margo Glantz, Alberto Ruy-Sánchez y María Luisa
Puga, tengo las fotos, te pasaré una copia. Lo que no olvido fue que José
Agustín me entrevistó durante el Encuentro de Narradores ante las cámaras del
programa de Ricardo Rocha: “Para gente grande”, había entrevistado a un chorro
de escritores consagrado y se coló esta cuata
(risas), fue mi primera entrevista en televisión nacional.
MC.- ¿Dónde hospedaron a los escritores?, ¿dónde comieron?
NA.- En el hotel Vasco
y comimos en La peña de don gato, una
botanera que consiguió mi tío Arturo Alarcón, bebimos y bailamos. En la noche
fumamos mariguana, ya había cumplido 18 años, ahí me hice amiga de Arturo
Trejo, pero llegó mi papá y delante de todos me corrió de la fiesta.
MC.- ¿Quién asistió al segundo Encuentro de Narradores de 1984?
NA.- Recuerdo a
Edmundo Valadés y Carmen Boullosa. Años después asistí a otro encuentro, debió
ser el último en 1993, recuerdo a Juan Villoro, Ana Clavel, Mónica Lavín,
Silvia Molina, Enrique Serna, Héctor Manjarrez, Hernán Lara Zavala, René Avilés
y Fabio Morábito.
MC.- Finalmente, ¿por qué está en deuda la cultura morelense con José
Agustín?
NA.- Todavía no
dimensionamos la aportación cultural de José Agustín en Morelos, por falta de
perspectiva. José Agustín participó en el Cine Club del Museo Casa Morelos,
traía a Cuautla una selección de la Filmoteca de la UNAM, desmenuzaba la
técnica de los guionistas, nos explicaba el contexto de la producción y la
biografía del director. José Agustín llegó en un momento clave para Cuautla,
puso en boga los talleres literarios, por ejemplo: Poli Délano organizó su
taller en Cuernavaca, alguna vez nos visitaron dos discípulos de Poli en
Cuautla, también había un taller literario en la Capilla de Guadalajara, de ahí
salieron Jorge Esquinca y varios poetas. José Agustín se dio cuenta que hacía
falta un taller de creación literaria en Cuautla, porque él había asistido al
Centro Mexicano de Escritores con Rulfo y Arreola, así que replicó la idea.
Nosotros no hubiéramos sabido qué es la buena literatura, tampoco hubiéramos conocido
a los mejores escritores de México sin José Agustín. Muchas personas fueron
tocadas por los talleres literarios de José Agustín, de tal manera que se
dedicaron a la literatura y a la difusión de la lectura, ahora están chambeando
en cosas relacionadas a los libros: Socorro Venegas en la UNAM, Leticia Luna en
el INBA, Andrés Ramírez en Random House
Mondadori, Jesús Ramírez en Almadía,
David Medina Portillo en Vuelta y Letras Libres, yo estudié Letras en la
UNAM. José Agustín aventó una piedra en el estanque de Morelos, todavía no
sabemos si las ondas en el estanque llegarán más lejos.
* Entrevista para el libro "José Agustín en Morelos (1975-2020)".
* Entrevista para el libro "José Agustín en Morelos (1975-2020)".