sábado, 2 de noviembre de 2019

Entrevista con Marcos Roitman


Marcos Roitman: “Piñera ha traspasado la Constitución de Pinochet, otorgando poderes para reprimir”
Por Mario Casasús

Ciudad de México.- En entrevista con Clarín, Marcos Roitman (1955), sociólogo y columnista de La Jornada, analiza las protestas en Chile: “Que estalle la crisis en el segundo gobierno de Piñera es circunstancial. Pero la corrupción, la desigualdad social, las reformas de las pensiones, los escándalos financieros, la aplicación de la Ley Antiterrorista al pueblo mapuche, la venta del país a las trasnacionales, la privatización de la educación y los déficit sociales en materia de vivienda, sanidad se han dado en las administraciones de la Concertación y la Nueva Mayoría. Incluso cuando hablamos de justicia reparadora a quienes padecieron los tormentos de la dictadura o directamente fueron asesinados, detenidos desaparecidos, los políticos de la Concertación fueron timoratos. Gracias a su Ley de Amnistía, los torturadores y cómplices civiles de la dictadura han quedado impunes, incluso algunos de ellos están en la cámara de diputados, en el senado, son alcaldes o tienen cargos públicos. Asimismo, apoyaron la liberación del genocida en Londres”.

El periodista Julio Scherer escribió: “Desde 1973 Joan Garcés ha trabajado como ninguno para documentar el genocidio de Chile. En los cuatro compartimentos de su oficina sólo hay sillas, escritorios, libros, legajos, expedientes, teléfonos. Me recibe junto al sociólogo Marcos Roitman, dos secretarias y un auxiliar” (Pinochet. Vivir matando, 2000). Este párrafo reconoce el papel de Roitman durante el juicio contra el genocida en Londres, el intelectual chileno era la persona de mayor confianza de Joan Garcés en 1998. En septiembre de 1973, Roitman estudiaba en la Universidad Técnica del Estado, fue detenido y torturado en el Estadio Chile. En la actualidad es catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y coordina la colección Inter Pares de la Editorial Akal, también continúa acompañando a Joan Garcés en varios viajes por Latinoamérica y en el juicio por la indemnización del Clarín. Incluso no descarta regresar a Chile: “Ir para compartir con la ciudadanía sus demandas de dignidad, justicia social y las luchas democráticas por abrir las grandes alamedas. Tarea aún pendiente”.    

MC.- Marcos, la prensa internacional exagera en la cobertura de las manifestaciones venezolanas, pero parece haber un cerco mediático ante las protestas en Chile, ¿cuál es tu análisis de la prensa española?
MR.- Vivimos un mundo en guerra, donde la batalla consiste de romper las resistencias mentales. Así el enemigo a vencer no es un país, una ideología, que también, sino la capacidad de cuestionar el orden que se le presenta. Sumisión, control y obediencia para aprobar invasiones, magnicidios o golpes de Estados.  De esta manera se filtran las noticias, se redactan los comunicados y se presentan los conflictos. Cuando afectan a los aliados como Chile, se minimizan, miente o se crean noticias para distraer la atención invisibilizando aquellas que no responden a los objetivos de seguridad hemisférica. Ahora cuando se trata de una potencia o país enemigo, se le desacredita continuamente y sin piedad. Esto sucede con Venezuela. En particular los medios de comunicación de masas en  España se han mostrado fieles a los intereses de Estados Unidos para América Latina y bajo este parámetro, todo aquello que redunda en sus intentos por desacreditar al gobierno es bienvenido. Por el contrario el gobierno neoliberal de Sebastián Piñera es su amigo, hay que protegerlo, darle aires y  apoyarlo. Así, las protestas se diluyen en noticias de segundo orden, desparece de las páginas centrales y deja de ser un suceso a comentar. Se entrevistan a dirigentes y se presentan columnas de opinión que hagan análisis benevolentes, salven el modelo neoliberal y pongan a Chile como un ejemplo de país exitoso. Es decir se descontextualizan, hasta hacerlas irrelevantes. Hoy, 1 de noviembre, por ejemplo, no había en las páginas de internacional de la mayoría de la prensa escrita, nada destacado sobre Chile.

MC.- El abogado Joan Garcés y tú fueron observadores electorales en Venezuela, ¿te interesaría regresar a Chile para recopilar testimonios de las violaciones a los derechos humanos?
MR.- Es cierto, fui invitado por el Consejo Electoral, junto a Joan Garcés y representantes de los partidos políticos del arco parlamentario español para acompañar algunos de los procesos electorales. Pero en el caso de Chile, no creo que el gobierno tenga intenciones de construir comisiones de verificación sobre violaciones de derechos humanos, torturas o detenciones ilegales cometidas por las fuerzas armadas y carabineros. Incluso han traspasado la propia constitución pinochetista vigente, otorgando poderes para reprimir que no están contenidos en su articulado. Así lo hace ver la carta abierta redactada por  los Premios Nobel Alternativos cuya lista la encabeza, justamente, Joan Garcés. Otra cosa es ir para compartir con la ciudadanía sus demandas de dignidad, justicia social y las luchas democráticas por abrir las grandes alamedas. Tarea aún pendiente.

MC.- ¿Qué te parece la renuncia del Ministro del Interior?, ¿soluciona una parte del problema?
MR.- El ministro de interior, primo del presidente, estaba muy cuestionado desde antes de las protestas, para Piñera ha sido una oportunidad para destituirlo, dando la impresión de haber tomado el toro por los cuernos, pero ha sido una medida cara a la galería. El problema es de fondo. El sistema neoliberal imperante en Chile desde 1974, tras las políticas de shock que llevaron a la implantación del neoliberalismo militarizado.

MC.- ¿Por qué debe renunciar Sebastián Piñera?
MR.- En cuanto a la renuncia de Piñera, tampoco es relevante, si ello no supone un proceso constituyente. Piñera es prescindible si el objetivo es salvar el modelo imperante. En eso hay un acuerdo estratégico. Podrán dejar caer al soldado Piñera y buscarán recambios en personajes relevantes que han estado inmersos en los pactos y defendido las reformas neoliberales. En este sentido, el recambio podría venir del Partido Socialista, la Democracia Cristiana, o el PPD, incluso de Renovación Nacional o la UDI. No hay grandes diferencias. Pueden incluso llegar a un acuerdo nacional para dar continuidad al neoliberalismo, remozando su fachada. Piñera es prescindible.

MC.- ¿Cuándo habrá una nueva Constitución política en Chile?
MR.- Eso está por ver. Esperemos que pronto. Pero tampoco es una panacea. Recordemos que Bachelet inició un proceso espurio que acabó en nada. Otra cosa es presentar un proyecto democrático, donde su articulado responda a las necesidades de las grandes mayorías sociales, se reconozca la autonomía y soberanía territorial del pueblo mapuche, se protejan las riquezas básicas, sistemas de pensiones públicas, una educación pública de calidad y gratuita, una sanidad universal, un sistema de impuestos progresivos, derechos sociales, políticos, culturales, el matrimonio homosexual, o el control a las fuerzas armadas, una Carta Magna capaz de romper la lógica del neoliberalismo y proponer otro pacto social. Una constitución nueva no es garantía de constitución democrática y progresista. Se puede lavar la cara, y eso ya lo hizo Ricardo Lagos, quitando la firma de Pinochet y señalando que era una nueva constitución.

MC.- ¿Cuál es la responsabilidad de la Concertación/Nueva Mayoría en esta crisis?
MR.- Diría, toda. Sus presidentes Patricio Aylwin, Frei Ruiz Tagle, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, han conducido, desarrollado y bendecido la propuesta económica del pinochetismo. Que estalle la crisis en el segundo gobierno de Piñera es circunstancial. Pero la corrupción, la desigualdad social, las reformas de las pensiones, los escándalos financieros, la aplicación de la Ley Antiterrorista al pueblo mapuche, la venta del país a las trasnacionales, la privatización de la educación y los déficit sociales en materia de vivienda, sanidad se han dado en las administraciones de la Concertación y la Nueva Mayoría. Incluso cuando hablamos de justicia reparadora a quienes padecieron los tormentos de la dictadura o directamente fueron asesinados, detenidos desaparecidos, los políticos de la Concertación fueron timoratos. Gracias a su Ley de Amnistía, los torturadores y cómplices civiles de la dictadura han quedado impunes, incluso algunos de ellos están en la cámara de diputados, en el senado, son alcaldes o tienen cargos públicos. Asimismo, apoyaron la liberación del genocida en Londres. Qué más podemos decir. Todos sus presidentes han estado salpicados por escándalos. Y qué decir del escándalo del periódico El Clarín, donde se unieron todos, desde la derecha pinochetista hasta los socialistas, para seguir manteniendo el duopolio de la prensa, negando así la libertad de información y prensa en Chile.

MC.- En su momento hablamos de la decepcionante campaña electoral de Camila Vallejo respaldando a Bachelet, ¿ves un nuevo oportunismo del Partido Comunista?
MR.- Creo que a Camila Vallejo le van a perseguir siempre sus palabras en la entrevista al periódico español El País en 2012: “Jamás estaría dispuesta hacer campaña por Bachelet”. Quién puede olvidar su afirmación en medio de la crisis de la Concertación y bajo unas fuertes protestas populares de 2011, donde cobró protagonismo como dirigente estudiantil, de las Juventudes Comunistas y del partido. Ella debe ser consciente y sobre todo saber que luego, cuando sin rubor, hizo campaña junto a Bachelet, le pasaría factura. Si algo debe caracterizar a un dirigente comunista es su consecuencia, allí se juega su dignidad política. Ese fue el sentido de la decepción, su pérdida de dignidad política. Tal vez, debió renunciar a ser candidata a diputada, predicar con el ejemplo. En su partido los tenía, Recabarren sin ir más lejos, o los cientos de militantes que fueron detenidos, torturados y asesinados por la dictadura. A partir de ese momento, lo que diga no tiene valor que el oportunismo político. Lo cual no supone negar su capacidad política. En cuanto al oportunismo del Partido Comunista, creo que tiene una lucha interna donde se juegan posiciones que buscan mantener la trayectoria que les mantuvo al lado y formando parte de las luchas democráticas en Chile, y quienes buscan hacer travestismo político, que se llamen comunistas es otra cosa, que lo sean también.

MC.- ¿Todavía tiene credibilidad Bachelet al enviar observadores de la ONU a Chile?
MR.- Creo que como representante de ONU es su deber, otra cosa diferente es el sentido de los informes que se redacten. Habrá que esperar. Pero la credibilidad de Bachelet es nula, no por el informe sobre Venezuela, sino por su quehacer político como Ministra de Defensa primero y presidenta posteriormente. ¿Acaso olvidamos la aplicación de la Ley Antiterrorista a la nación Mapuche? La carta abierta dirigida a los 108 días de huelga de hambre por los presos políticos mapuche. Desde José Saramago, Noam Chomsky, Luis Sepúlveda se levantaron para acusarla del exterminio que precedía sus políticas. Y qué decir de sus escándalos como presidenta que afectaban a su familia. En fin, su credibilidad desapareció cuando llamó “tío” al golpista de la fuerza aérea Matthei, quien fue responsable de las torturas de su padre que supusieron su muerte, en un acto público y lo abrazó. Sin comentarios.

MC.- Finalmente, escribiste el “Breve manual actualizado del golpe de Estado”, ¿es viable que los milicos repitan un golpe para “garantizar” el orden y apaciguar la guerra contra los “alienígenas” chilenos?
MR.- Creo que las fuerzas armadas ya no tienen la misión de ejercer el poder formalmente. Vivimos un proyecto de liberalismo militarizado, donde el papel que cumplen los militares está más allá convertirse en los protagonistas de un golpe de Estado, al menos en Chile. Tienen autonomía y responden a un proyecto de seguridad hemisférica de los Estados Unidos. Su dimensión política es garantizar el sistema de poder real y no los gobiernos temporales. En eso, como sucedió en 1973, no actuaran por su cuenta. Estados Unidos decide. Mientras no peligre su modelo de capitalismo neoliberal y su papel subordinado dentro del TIAR, las fuerzas armadas chilenas han agotado su credibilidad tras 1973. No están en condiciones de patrocinar un golpe de Estado y sus aliados de la plutocracia tienen otras armas para revertir procesos. Un golpe de Estado al viejo estilo, se antoja extemporáneo. Hoy, la fronda aristocrática chilena tiene más recursos que las bayonetas.