Carta abierta a
Beatriz Gutiérrez Müller
Por Mario Casasús*
Bienvenida
a tierras zapatistas. El año pasado leí su libro Dos revolucionarios a la sombra
de Madero (2016), quería agradecerle los párrafos que dedicó a mi
bisabuelo Joaquín Demetrio Casasús, usted reconoció la ayuda que le brindó al
poeta nicaragüense José Solón Argüello Escobar, citaré la página 58: “Cuando
llegó a México, fue un protegido del famoso abogado Joaquín D. Casasús y de
Justo Sierra, a quienes dedicó poemas”. En la página 98, definió al intelectual
tabasqueño: “Joaquín Diego Casasús, abogado riquísimo (llevó el caso El
Chamizal), y legislador del Porfiriato que aupaba talentos y los ayudaba a
sobrevivir, emulando a los mecenas renacentistas”. Y en la página 175 apuntó:
“el todopoderoso abogado Joaquín Casasús, protector de Argüello”. Permítame
corregirle dos datos sin importancia: el segundo nombre de Joaquín Casasús era
Demetrio, y desde 1912 presidía la Mesa Directiva de la Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística (según consta en las actas y fotografías de la SMGE),
usted asegura que lo eligieron, el 10 de enero de 1913, “casi a finalizar el
gobierno de Madero, era nombrado vicepresidente de la Sociedad de Geografía y
Estadística” (página 127).
Su
libro pretende esclarecer “el papel de los intelectuales durante el porfiriato
y la Revolución mexicana”, enfocándose en José Solón Argüello y Rogelio
Fernández Güell. Sin embargo, al presentar el perfil del “todopoderoso” Joaquín
Casasús usted lo idealiza, el verdadero papel del intelectual durante la
dictadura fue de prestanombres de Porfirio Díaz. Me sorprende no ver en la
bibliografía de su libro la investigación: Empresario y dictador. Los negocios de Porfirio Díaz
(2015), de Jorge H. Jiménez; tampoco veo citado el libro: La construcción de los
ferrocarriles en México (2015), Isabel Bonilla denunció: “Joaquín
Casasús, sí se enriqueció al amparo de los negocios ferroviarios” (página 107),
la historiadora presentó la lista de los firmantes del Acta Constitutiva de la
Empresa Ferrocarriles Nacionales de México en 1908, el abogado Joaquín Casasús
fue precursor del conflicto de interés, Los Científicos fundaron Ferrocarriles
Nacionales, se autonombraron accionistas, evadieron impuestos, saquearon al
país y formaron parte del régimen político. Isabel Bonilla dejó claro el
contexto:
“Los Científicos [...] compartieron una visión sobre el futuro de México y disfrutaron de
los beneficios que les brindaron las empresas que recibieron concesiones por
los proyectos de infraestructura que se ejecutaron. Para el caso de los
ferrocarriles fue común encontrarlo [a Santiago
Méndez] al lado de su primo, el abogado Joaquín Casasús, o
de su tío Luis [Méndez],
quienes como representantes de las principales empresas ferroviarias le
solicitaron en más de una ocasión su apoyo y asesoría técnica”. (página 109)
La
dictadura de Porfirio Díaz era un vil negocio, sus intelectuales fueron
cómplices, no “mecenas renacentistas”. Defiendo el derecho de avergonzarnos y
denunciar nuestro pasado familiar. En la presente Carta abierta no retomaré el
tema de mi bisabuelo Joaquín Casasús, siendo periodista me interesa el otro
lado de la moneda: el zapatismo. Doctora Gutiérrez Müller, al dirigir la
Coordinación Nacional de Memoria Histórica y Cultural de México, pretendo
llamar su atención sobre la tragedia de la familia Zapata Salazar.
El 21 de diciembre de 1947, el Estado mexicano secuestró y asesinó a
Francisco Franco Salazar junto a sus hijos Vérulo y Julián (crímenes ordenados
por el diputado Nicolás Zapata, y los ejidatarios Sebastián Luna, Miguel
Franco, Felipe Rodríguez y Pedro Medina). Chico Franco Salazar era el
secretario de Emiliano Zapata Salazar, resguardó los Títulos Primordiales de
Anenecuilco desde 1915 a 1947, continúo con el reparto agrario después del
asesinato de su primo “Miliano”. El libro Raíz y razón de Zapata (1943) de
Jesús Sotelo Inclán, está basado en el testimonio y el legado de Chico Franco;
don Jesús desmenuzó los antecedentes de la persecución que sufrió Chico Franco
por custodiar los Títulos Primordiales:
“Algunos políticos
quisieron aprovechar en su beneficio personal las tierras del pueblo y
llegaron a ocuparlas por la fuerza, desalojando de ellas a sus ejidatarios.
Francisco Franco Salazar como representante de éstos, se opuso valientemente,
advirtiendo que haría valer los derechos de que era depositario; esto le costó
ser perseguido y acusado de rebelde [...] Franco huyó del pueblo refugiándose
en las guaridas de los días turbulentos de la Revolución. Anduvo a salto de
mata, escondiendo los papeles entre peñas de barrancas y cerros. Su vida llegó
a peligrar tanto como los papeles, pues además de los riesgos que corría, su
salud sufrió quebrantos”. (Raíz y razón de Zapata, 1970)
Las paradojas de la historia: el
primogénito de Emiliano Zapata, el diputado federal Nicolás Zapata ordenó el
asesinato de su tío Chico Franco Salazar, crimen ejecutado por la policía de
Morelos y el Ejército mexicano. El historiador Mario Gill publicó los
entretelones del triple asesinato en 1947:
“El apellido Zapata ha
resultado una herencia valiosísima, sobre todo cuando [Nicolás]
descubrió que podía alquilarse a ciertos políticos durante las campañas electorales.
Uno de ellos, Refugio Bustamante, le pagó haciéndolo presidente municipal de
Cuautla en 1937. Después, en 1940, fue diputado local y más tarde diputado
federal. Anenecuilco esperaba que Nicolás empleara su influencia y posición
para ayudar al pueblo. La empleó, en efecto, pero para su propio beneficio.
Abusando de su
influencia política, y sobre todo de su apellido, y aprovechando la tolerancia
de Eleazar Roldán y Sebastián Luna, comisarios ejidales, se apoderó de las
mejores tierras de Anenecuilco y de una gran extensión en Los Cuartos. Despojó
a los dueños y, con ayuda de los ejidatarios, convirtió aquellas tierras de
temporal en magníficas parcelas de riego. En Anenecuilco, donde la parcela tipo
es de 40 ‘tareas’, Nicolás posee más de 400”. (Zapata:
su pueblo y sus hijos, 1952)
Los hijos y nietos de Nicolás Zapata reivindican
su genealogía sin ningún sentido de autocrítica, lo idealizan por ser el
“primogénito del general Zapata”. En el caso del segundo autor intelectual del
asesinato, Sebastián Luna, su hijo Lucino Luna, durante 23 años al frente del
Museo Casa Zapata, escondió los Títulos Primordiales de Anenecuilco y el
archivo Chico Franco. Si bien en el Museo Casa Zapata no se conserva ninguna
prueba documental de la participación de Sebastián Luna en el asesinato de
Chico Franco, al interior de la caja fuerte del Museo Casa de Zapata permanece
encerrado el archivo que recopiló Chico Franco, el documento más interesante es
una carta fechada en junio de 1943, del propio Chico Franco y Tirso Quintero,
los dos campesinos se quejaron, ante el presidente Manuel Ávila Camacho, por el
desalojo de tierras en Anenecuilco:
“Como Ud. podrá recordar,
el 11 de abril del presente año, tuvimos la honra de hablarle en la ex-hacienda
de San Nicolás, hoy Galeana [...] En aquella ocasión
expusimos a Ud. cómo habíamos sido interrumpidos en nuestra pacífica posesión
por un grupo de vecinos de Villa de Ayala, que armados y protegidos por algunas
autoridades de la Delegación Agraria del Estado, se apoderaron de nuestras
tierras que ya estaban preparadas y aún sembradas para los cultivos de este año
[...]
Habiendo escuchado Ud. nuestras razones ordenó que se nos dejara a nosotros en
posesión de esas tierras mientras se preparaban otras para darlas a los vecinos
de Villa de Ayala, quienes debían dejar las nuestras inmediatamente para que no
fueran a seguir creando intereses. Pero a pesar de haber sido sus órdenes tan
claras y terminantes algunas autoridades inferiores del Departamento Agrario se
han empeñado en desconocerlas [...] Entre otras cosas
afirman que Ud. que se respetara la parcela de Nicolás Zapata pero no todas la
afectadas”. (Carta inédita de Chico Franco
Salazar y Tirso Quintero, dirigida al presidente Manuel Ávila Camacho, Anenecuilco, 26 de junio de 1943. Archivo Chico Franco)
Esta carta inédita demuestra la denuncia del
historiador Mario Gill, el ejidatario Chico Franco discutía constantemente con
Nicolás Zapata, al punto de acusarlo con el presidente de México (los
burócratas del PRI beneficiaron al diputado y terrateniente de apellido
Zapata). Al mes siguiente, Chico Franco, los hermanos Quintero y Sebastián
Luna, viajaron a la Confederación Nacional Campesina (CNC), solicitaron la
intervención del sector rural del PRI en el conflicto con Villa de Ayala,
lamentablemente la gestión no prosperó porque la CNC devolvió el caso al
Departamento Agrario y al gobernador de Morelos. Los documentos que resguarda
el Museo Casa Zapata son de importancia fundamental para la historia de
Morelos, la carta de Chico Franco al presidente Ávila Camacho debe ser
difundida en formato facsimilar, todo el archivo de Chico Franco debe ser
digitalizado.
El Archivo Chico Franco llegó a manos del historiador Jesús Sotelo
Inclán en 1947, se lo entregó Esperanza Franco (hija de Chico Franco y Demetria
Sánchez). Don Jesús pretendía organizar la curaduría del Museo Casa Zapata en
función a los Títulos Primordiales de Anenecuilco, las autoridades nunca le
hicieron caso. Lamentablemente Jesús Sotelo Inclán murió en octubre de 1989
–después de sufrir un accidente automovilístico- y su hermano Guillermo Sotelo
Inclán vendió ilegalmente el archivo a Carlos Salinas de Gortari. El corrupto y
egocéntrico Salinas encuadernó el archivo con su nombre y lo “donó” al Museo
Casa de Zapata en 1991, desde entonces permaneció en el oscurantismo, insisto,
porque a final del salinato nombraron director del Museo Casa Zapata al hijo
del asesino Sebastián Luna. El hijo de Zapata asesino del guardián de los
Títulos Primordiales, el hijo del otro asesino director del Museo Casa de
Zapata entre 1993 y 2016, estas ironías de la historia son frecuentes en
Latinoamérica. Por citar otro ejemplo: el copyright del poeta Pablo Neruda está
invertido en la bolsa de valores de Chile, en la empresa del principal asesor
de Pinochet (Ricardo Claro, un antiguo socio del Consejo de Administración de
TELEVISA), no voy a distraerla con temas de política internacional y los
vínculos de las telecomunicaciones entre Chile y México.
El director Lucino Luna se jubiló
del Museo Casa de Zapata, gracias al cambio de administración logré revisar el Archivo Chico Franco, el actual director
del Museo, Enrique Anzures Carrillo se comprometió a trabajar colectivamente el
archivo. El 17 de agosto de 2018, Anzures participó con algunos comentarios en
la presentación de mi nuevo libro, invitó a los panelistas y a la familia de
Chico Franco Salazar a consultar el archivo y trabajar un libro en coautoría,
por supuesto le tomamos la palabra. El problema es que Anzures nos dio un
“chinamecazo” (sinónimo de “traición” en Morelos), el 26 de noviembre de 2018
presentó a dictamen –ante la Secretaría de Cultura de Morelos- un libro sobre
los Títulos Primordiales de Anenecuilco, “con introducción, paleografía y notas
de Enrique Anzures Carrillo”, excluyendo a todos los que hemos aportado datos
inéditos sobre Emiliano Zapata, Chico Franco y Jesús Sotelo Inclán, según
Anzures hará la paleografía de los Títulos Primordiales, pero la transcripción
está hecha por el equipo del antropólogo Carlos Barreto Mark desde la década de
1990. En la descripción del proyecto editorial, Anzures no me cita (a pesar de
que llevo un par de años investigando los Títulos Primordiales y el Archivo de
Jesús Sotelo Inclán, incluso encontré una biografía inédita de 800 páginas que
escribió don Jesús sobre Ignacio Manuel Altamirano, soy un periodista
especializado en el tema).
Me preocupa el sesgo político y el
conflicto de interés del nuevo director del Museo Casa de Zapata, Anzures es un
funcionario sobreviviente del nefasto Graco Ramírez. Anzures es un burócrata
mediocre (cuando le proponíamos presentar libros en el Museo Casa de Zapata nos
hacía ir a Cuernavaca, para hablar con su jefe, un ignorante arquitecto de
apellido Valtierra, para ver si nos autorizaban el evento), la nueva
administración de Cuauhtémoc Blanco eliminó el requisito de viajar a la capital
de Morelos para solicitar el Museo Casa de Zapata (el viaje implicaba un innecesario
gasto para los escritores y editoriales independientes que no vivimos en
Cuernavaca), pero la nueva “independencia” de Anzures se traduce en la
proyección de películas infantiles en el Museo Casa de Zapata (el pasado 4 de
noviembre, durante el gobierno de Cuauhtémoc Blanco, proyectaron Frankenweenie y El libro de la vida, dos
cursilerías estilo Disney & Century Fox, que no tienen nada que ver
con Emiliano Zapata).
Esta ironía de la historia: la casa
natal de Zapata convertida en una sala de Disney,
no es tan alarmante. Lo realmente preocupante es la falsificación de la
historia que Enrique Anzures hará con los Títulos Primordiales y el Archivo Chico Franco. Doctora Gutiérrez Müller,
perdóneme que la abrume con tantas historias familiares, pero es necesario
conocer la intimidad regional (para evitar errores garrafales, como ocurrió en
1993, cuando nombraron director del Museo Casa de Zapata al hijo del asesino de
Chico Franco), Enrique Anzures sostiene que su tío Aarón Aguilar Anzures fue el
último guardián de los Títulos Primordiales, en palabras textuales de Anzures:
“Santiago Aguilar Ortiz se casó con mi tía Juana Anzures Morales, hermana de mi
papá. El último que resguardó los Títulos Primordiales fue mi tío Aarón” (chat
de whatsapp, fechado el 3 de octubre de 2018). Anzures no conoce su historia
familiar, o en su cobardía no está dispuesto a denunciar que Nicolás Zapata
amenazó a Demetria Sánchez de Franco en 1947, la viuda de Chico Franco le
entregó a Nicolás Zapata las copias de los Títulos Primordiales y a su vez
Nicolás Zapata repartió las copias a Santiago Aguilar Ortiz (y otros personajes
de Anenecuilco). Idealizar a Aarón Aguilar como el último guardián de los
Títulos Primordiales significa un insulto a la memoria de Chico Franco. El
diputado federal Nicolás Zapata se convirtió en señor feudal de Anenecuilco
gracias a la complicidad de muchos ejidatarios (por citar a Sebastián Luna) y
la claudicación de algunos héroes de la Revolución (por citar a Santiago
Aguilar Ortiz, firmante del Plan de Ayala).
Finalmente, urge digitalizar el Archivo Chico Franco y los Títulos
Primordiales para evitar una nueva humillación a la historia del zapatismo. El
Estado mexicano debe reparar el daño a la familia de Chico Franco (las nietas y
bisnietas de Chico Franco y Demetria Sánchez están dispuestas a donar el Archivo Chico Franco al pueblo de
Anenecuilco, para exorcizar la pantomima y el fraude que hicieron Carlos
Salinas y Guillermo Sotelo Inclán en 1991. El sábado podrá escuchar a la señora
María Félix Aragón Franco, en la reunión con la familia Zapata Salazar). No
podemos conmemorar el Centenario luctuoso de Emiliano Zapata sin los Títulos
Primordiales, esos documentos son la raíz y razón de la revolución zapatista.
Por todo lo anterior, para detener la apología de Aarón Ortiz Anzures, exijo la
renuncia de Enrique Anzures del Museo Casa de Zapata, exijo un alto a la
proyección de fantasías estilo Disney
en la casa de nuestro general suriano, basta de la continuidad de un
funcionario del nefasto Graco Ramírez. El Museo Casa de Zapata merece un nuevo
rostro, no un símbolo de la “Nueva Visión” (eslogan de Graco Ramírez). Por
dignidad y ante el conflicto de interés, Enrique Anzures debe presentar su
renuncia de inmediato.
*Periodista
(Cuautla, 1980). Autor de los libros: Ignacio
Manuel Altamirano en Morelos (2015), Pablo
Neruda en Morelos (2016), El archivo
inédito de Jesús Sotelo Inclán (2018) y Jesús
Sotelo Inclán en Morelos (2018).