lunes, 1 de agosto de 2016

Ignacio Altamirano y Ramon Corona

Ignacio M. Altamirano y Ramón Corona
Por Mario Casasús*

La última página de los diarios íntimos de Ignacio Manuel Altamirano está fechada el 31 de marzo de 1892, al final de su bitácora en Europa registró: “Despaché cartas a la señora Corona y a Ramoncito” (la viuda y el hijo de Ramón Corona Madrigal). El 13 de noviembre de 1889, Papá Nacho recibió la triste noticia del asesinato de su amigo y antiguo compañero de armas:

“Hoy cumplo 55 años, pues nací el 13 de noviembre de 1834. Mi mujer cumplió antier 47 estando aquí de visita el señor Mobellan con Eloísa y el decano del cuerpo consular que es el cónsul de Suecia, el primero me dio la terrible noticia de haber sido asesinado el general Corona en Guadalajara. Así lo anunciaba el Diario de Barcelona. Vimos en efecto el párrafo. La noticia era tomada de periódicos americanos. Aún esperamos que resulte falsa”.

Dos días después, el 15 de noviembre, diversas fuentes confirmaron el crimen, el cónsul de México en España apuntó: “En efecto, al regresar a casa vi el Diario de Barcelona en el que hay un cablegrama o telegrama de París, anunciando que la legación confirma la noticia horrorosa de haber sido asesinado el general Corona por un loco. Todos nosotros estamos consternados”. En diciembre, continuó informándose, el viernes 6 subrayó: “La lectura de todo lo relativo a la muerte del general Corona me ha conmovido mucho”.
Ignacio Manuel Altamirano conoció a Ramón Corona durante el Sitio de Querétaro (entre abril y mayo de 1867), los dos soldados de la República conversaron con Maximiliano de Habsburgo; el general Corona recibió la espada de rendición del usurpador austrohúngaro, y el coronel Altamirano visitó al derrotado archiduque en su celda del convento de la Santa Cruz, el escritor dejó constancia del encuentro con la fecha exacta anotada en su Diario: 16 de mayo de 1867, además redactó la crónica más precisa sobre la batalla del Cimatario: “El 27 de abril en Querétaro”.
El 13 de noviembre de 1866, el general Corona recuperó Mazatlán (expulsó a la armada francesa, luego avanzó por Nayarit y Morelia a Querétaro); desde el otro frente de batalla, el coronel Altamirano defendió la República en Cuernavaca, Yautepec, Tlaltizapán, Jojutla, Tetecala, Jonacatepec, Tlaltenango, Miacatlán y Cuautla, desde la región suriana marchó con sus tropas a Querétaro. La primera referencia escrita por Altamirano sobre Corona data del 6 de abril de 1867, los oficiales del ejército republicano celebraron el cumpleaños del general Vicente Riva Palacio:

Un poco más tarde, los jefes de líneas y de divisiones fueron llamados al cuartel general, y al regresar el ciudadano Riva Palacio vino acompañado de una gran comitiva. Eran el general en jefe del ejército y su estado mayor, el bizarro general Corona y otros muchos jefes y oficiales, amigos privados del héroe de la fiesta y que eran invitados a una modesta, pero confortable comida. Como ésta es una hacienda y contiene piezas muy cómodas y capaces, todo se dispuso bien. Las bandas de la división y además las brillantes músicas de Jalisco y del 4º Batallón del Norte que tuvieron la amabilidad los generales [Ramón] Corona y [Mariano] Escobedo de enviar, se colocaron en los corredores y salones y en uno de éstos, se puso la mesa, con treinta y tantos cubiertos. Era, como debe usted suponerse, mesa de campamento […] El general Corona, a quien ya conoce usted, es uno de esos tipos raros en las naciones, y de los que quedan grabados, la fisonomía, las palabras, las miradas, todo. Hombre ciertamente grande, en el momento en que todos son jóvenes, este caudillo tan ilustre está llamado a grandes destinos en el pobre México que tanto necesita de regeneración. Corona es un joven espartano en toda la extensión de la palabra. Él tiene como sus modelos, la elocuencia del laconismo y sus frases breves, precisas, cargadas de significación, se graban en la memoria y permanecen fijas como las letras profundas de una inscripción en un bronce de la antigüedad. Él brindó por Riva Palacio felicitándolo por sus trabajos patrióticos y exhortándole a que cuando concluya esta guerra, procure ser con todas sus fuerzas, así como hoy uno de los guardianes de la independencia, entonces la más firme columna de la libertad democrática por medio de sus armas y de su inteligencia”. (Carta a Jesús M. Romo).

La segunda mención epistolar sobre Corona está dirigida al presidente Benito Juárez, Altamirano reportó: “Entretanto, la situación de Iguala no puede ser más fatal, usted sabe ya, señor, por los partes que habrá recibido, cuál ha sido la conducta del señor [Vicente] Jiménez y de su heroica brigada en el Sitio de Querétaro, durante el cual sostuvo cinco terribles combates gloriosamente, a costa de numerosas pérdidas. Esto le valió varias menciones honoríficas y la admiración de sus compañeros, así como los testimonios de consideración de sus jefes, habiendo sido apellidado héroe por los señores generales Escobedo y Corona”. (Carta fechada el 9 de junio de 1867). Mariano Escobedo era el comandante en jefe de 25,000 hombres del ejército republicano en Querétaro, y Ramón Corona era el jefe de las líneas de Oriente y Sur. El parte de guerra confirma la información de Altamirano:

“Inútil me parece recomendar a ninguno de los jefes, cuando la sencilla relación que llevo hecha de los acontecimientos, demuestra su bizarría y denuedo; pero no podré dejar de mencionar al valiente general Vicente Jiménez, que siempre a la vanguardia de las fuerzas republicanas que estaban combatiendo, se distinguió como tantas otras veces por su valor y serenidad, y al C. General Feliciano Echeverría, Mayor General de esta línea, que en cumplimiento de su deber concurrió al punto atacado. El C. Coronel Ignacio M. Altamirano, desprendiéndose de la línea del centro, se presentó en lo más reñido del combate, uniéndose al general Jiménez, y no abandonó un momento el lugar de la acción, hasta que ésta terminó completamente, haciéndose notable por el entusiasmo y arrojo que lo han distinguido en todos los ataques que ha sufrido la línea de mi mando, animando con sus palabras y su ejemplo a los valientes soldados de la República”. (Parte de guerra de Vicente Riva Palacio a Ramón Corona, fechado el 2 de mayo de 1867).

El 19 de enero de 1874, Sebastián Lerdo de Tejada designó al general Corona ministro plenipotenciario de la Embajada de México en España, restaurada la República las diligencias corresponden a tiempos de paz, Altamirano escribió la tercera referencia epistolar sobre Ramón Corona para solicitarle un favor:

“El que suscribe pidió autorización a la Sociedad [Mexicana de Geografía y Estadística], que le fue otorgada, para encargar por conducto del ministro mexicano en España señor general Corona, copia de las obras sobre Historia natural del ilustre sabio mexicano don N. Mociño, que se encuentran en la Biblioteca de Medicina de Madrid, y pedir al ciudadano presidente de la república los recursos pecuniarios que al efecto han de necesitarse”. (Carta a Alfredo Bablot, fechada el 6 de noviembre de 1874).

La última referencia no tiene relevancia, es un cordial gesto de amistad, Altamirano le pide a su discípulo Juan de Dios Peza: “Sírvase usted saludar al general Corona y a su señora”. (Carta fechada el 30 de mayo de 1879). El diplomático Ramón Corona permaneció una década en España, al regresar a México gobernó el Estado de Jalisco hasta el 11 de noviembre de 1889, cuando lo asesinaron en Guadalajara. El primer antecedente de Ramón Corona en la administración pública data de 1871, Altamirano reconoció los aportes educativos del visionario político de Jalisco: “A la cabeza de estos dignos republicanos, debe la justicia histórica colocar al joven y esclarecido general Corona, que sin ostentación, sin ruido y sin más mira que la de probar con hechos su amor acendrado al pueblo, se ha declarado el protector de la instrucción pública en occidente, ha abierto escuelas, las ha dotado, ha comprado libros de textos liberales y ha echado los cimientos de una sólida enseñanza en aquellos apartados pueblos”. (Artículo periodístico fechado el 20 de febrero de 1871).
No se conservan las cartas de Altamirano dirigidas a su amigo Ramón Corona, tampoco sobreviven los mensajes que envió a la viuda de Corona y a su hijo “Ramoncito”. En el archivo de mi bisabuelo Joaquín Casasús leí un encargo de Papá Nacho: “Asimismo suplico a usted que mande al señor Camacho esa carta mía de pésame por la muerte de Lola Corona, su nuera. Escribo también a Ramoncito que me dio parte de esta tragedia y a la señora Corona. ¡Pobre familia, qué desgraciada es!”. (Carta fechada el 1 de abril de 1892).
Altamirano había planeado escribir la biografía de Ramón Corona, adelantó su proyecto en el periódico La Tribuna: “Respecto del eminente carácter político y militar del ministro nombrado por nuestro gobierno para España, y que es uno de nuestros más queridos amigos, el ciudadano general de división Ramón Corona, figura prominente en nuestra historia contemporánea, tenemos que hablar con mayor extensión, y nos permitirán nuestros lectores que lo hagamos en el próximo artículo, pues precisamente nos ocupábamos en escribir su biografía, cuando tuvimos ayer conocimiento de la resolución del gobierno”. (Artículo periodístico fechado el 20 de enero de 1874). Sin embargo, nunca escribió la historia prometida, Ignacio Manuel Altamirano publicó dos biografías, la primera dedicada a Miguel Hidalgo, la segunda sobre su maestro Ignacio Ramírez, “El Nigromante”; lamentablemente no terminó la trilogía.
La vida del general inspiró la novela: Ramón Corona (Editorial Ballescá, 1906) escrita por Victoriano Salado Álvarez (1867-1931), el literato del porfiriato reconstruyó algunos pasajes de la guerra de intervención francesa a través del hallazgo de un epistolario entre Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto. La biografía de Ramón Corona tiene matices, en 1873 persiguió al líder agrario Manuel Lozada (1828-1873), después de un juicio sumario, los soldados de la federación fusilaron al “Tigre de Álica” el 19 de julio 1873. Consulté dos libros sobre el papel de Ramón Corona durante la persecución del cacique indígena: Manuel Lozada (El Tigre de Álica) escrito por Ireneo Paz, publicado originalmente en 1895 (2ª ed. Factoría, 2000), y Manuel Lozada: El Tigre de Álica, general, revolucionario, rebelde escrito por el historiador Jean Meyer (Editorial Tusquets, 2015). Visto en retrospectiva, los liberales del siglo XIX tenían prejuicios sobre Manuel Lozada porque combatió en el bando de Maximiliano de Habsburgo, “El Tigre de Álica” tenía la reputación de bandolero y mercenario, pero al caer el Imperio, Lozada tomó un nuevo camino, fue pionero del agrarismo revolucionario, también le debemos la fundación del Estado de Nayarit. El abogado Ignacio M. Altamirano justificó la ofensiva militar del gobierno de Lerdo de Tejada para recuperar la paz en el occidente de México:

“Ésta no se turbó hasta el 17 de enero de 1873, en que el cabecilla Lozada, que se había mantenido rebelde desde hacia muchos años en las asperezas de la sierra de Nayarit y merced a su prestigio entre los pueblos bravíos de aquella comarca, creyéndose bastante fuerte por la impunidad de que había disfrutado y por la cantidad de armamento que poseía, se lanzó invadiendo con arrojo y rapidez al centro del estado de Jalisco al frente de diez o doce mil hombres.
El peligro que esta invasión traía consigo era mayor de lo que parecía, porque provocaba una guerra de castas y con el elemento y las ideas más salvajes que ella pudiera producir, pues el programa de Lozada era un programa de despotismo, de rapiña y de destrucción.
El gobierno organizó fuerzas con actividad y las envió en auxilio del general Corona, que a pocos días trabó batalla con los invasores de Nayarit en la Mojonera, cerca de Guadalajara, derrotándolos completamente y teniendo que retirarse Lozada a sus montañas inaccesibles de la sierra”. (Sumario de 1868 a 1882).

En total son 50 referencias sobre Ramón Corona dispersas en 12 volúmenes de las Obras completas de Ignacio Manuel Altamirano (SEP/CONACULTA, 1986-2001); pocas personas en Morelos conocen los detalles del Sitio de Querétaro y del fusilamiento de Maximiliano en el cerro de las Campanas, a pesar de que tres soldados de la República -Riva Palacio, Jiménez y Altamirano- combatieron en Cuernavaca antes de derrotar al Imperio atrincherado en Querétaro; pocas personas en Morelos conocen la historia de Ramón Corona, a pesar de que un bisnieto con el mismo nombre vive en Cuernavaca y atiende la librería La Rana Sabia, la historia está a la vuelta de la esquina, entre los anaqueles de las librerías.

*Colaboración para la edición impresa de la Cartelera Cultural de Morelos (agosto de 2016). Fotografía: Ignacio M. Altamirano, Ramón Corona y Vicente Riva Palacio (sentados de derecha a izquierda), del libro: Ignacio Manuel Altamirano. Iconografía, Fondo de Cultura Económica/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Gobierno del Estado de Guerrero, Chilpancingo/México DF, 1993.