Ignacio
M. Altamirano y Ramón Corona
Por
Mario Casasús*
La
última página de los diarios íntimos de Ignacio Manuel Altamirano está fechada el
31 de marzo de 1892, al final de su bitácora en Europa registró: “Despaché
cartas a la señora Corona y a Ramoncito” (la viuda y el hijo de Ramón Corona
Madrigal). El 13 de noviembre de 1889, Papá
Nacho recibió la triste noticia del asesinato de su amigo y antiguo
compañero de armas:
“Hoy cumplo 55 años,
pues nací el 13 de noviembre de 1834. Mi mujer cumplió antier 47 estando aquí
de visita el señor Mobellan con Eloísa y el decano del cuerpo consular que es
el cónsul de Suecia, el primero me dio la terrible noticia de haber sido
asesinado el general Corona en Guadalajara. Así lo anunciaba el Diario de Barcelona. Vimos en efecto el
párrafo. La noticia era tomada de periódicos americanos. Aún esperamos que
resulte falsa”.
Dos
días después, el 15 de noviembre, diversas fuentes confirmaron el crimen, el
cónsul de México en España apuntó: “En efecto, al regresar a casa vi el Diario de Barcelona en el que hay un
cablegrama o telegrama de París, anunciando que la legación confirma la noticia
horrorosa de haber sido asesinado el general Corona por un loco. Todos nosotros
estamos consternados”. En diciembre, continuó informándose, el viernes 6 subrayó:
“La lectura de todo lo relativo a la muerte del general Corona me ha conmovido
mucho”.
Ignacio
Manuel Altamirano conoció a Ramón Corona durante el Sitio de Querétaro (entre
abril y mayo de 1867), los dos soldados de la República conversaron con Maximiliano
de Habsburgo; el general Corona recibió la espada de rendición del usurpador
austrohúngaro, y el coronel Altamirano visitó al derrotado archiduque en su
celda del convento de la Santa Cruz, el escritor dejó constancia del encuentro
con la fecha exacta anotada en su Diario:
16 de mayo de 1867, además redactó la crónica más precisa sobre la batalla del
Cimatario: “El 27 de abril en Querétaro”.
El
13 de noviembre de 1866, el general Corona recuperó Mazatlán (expulsó a la
armada francesa, luego avanzó por Nayarit y Morelia a Querétaro); desde el otro
frente de batalla, el coronel Altamirano defendió la República en Cuernavaca,
Yautepec, Tlaltizapán, Jojutla, Tetecala, Jonacatepec, Tlaltenango, Miacatlán y
Cuautla, desde la región suriana marchó con sus tropas a Querétaro. La primera
referencia escrita por Altamirano sobre Corona data del 6 de abril de 1867, los
oficiales del ejército republicano celebraron el cumpleaños del general Vicente
Riva Palacio:
“Un poco más tarde, los jefes de líneas y de divisiones fueron llamados
al cuartel general, y al regresar el ciudadano Riva Palacio vino acompañado de
una gran comitiva. Eran el general en jefe del ejército y su estado mayor, el
bizarro general Corona y otros muchos jefes y oficiales, amigos privados del
héroe de la fiesta y que eran invitados a una modesta, pero confortable comida.
Como ésta es una hacienda y contiene piezas muy cómodas y capaces, todo se
dispuso bien. Las bandas de la división y además las brillantes músicas de
Jalisco y del 4º Batallón del Norte que tuvieron la amabilidad los generales [Ramón] Corona y [Mariano]
Escobedo de enviar, se colocaron en los corredores y salones y
en uno de éstos, se puso la mesa, con treinta y tantos cubiertos. Era, como
debe usted suponerse, mesa de campamento […] El general
Corona, a quien ya conoce usted, es uno de esos tipos raros en las naciones, y
de los que quedan grabados, la fisonomía, las palabras, las miradas, todo.
Hombre ciertamente grande, en el momento en que todos son jóvenes, este
caudillo tan ilustre está llamado a grandes destinos en el pobre México que tanto
necesita de regeneración. Corona es un joven espartano en toda la extensión de
la palabra. Él tiene como sus modelos, la elocuencia del laconismo y sus frases
breves, precisas, cargadas de significación, se graban en la memoria y permanecen
fijas como las letras profundas de una inscripción en un bronce de la
antigüedad. Él brindó por Riva Palacio felicitándolo por sus trabajos patrióticos
y exhortándole a que cuando concluya esta guerra, procure ser con todas sus
fuerzas, así como hoy uno de los guardianes de la independencia, entonces la
más firme columna de la libertad democrática por medio de sus armas y de su
inteligencia”. (Carta a Jesús M. Romo).
La segunda mención epistolar sobre Corona está dirigida al
presidente Benito Juárez, Altamirano reportó: “Entretanto, la situación de
Iguala no puede ser más fatal, usted sabe ya, señor, por los partes que habrá
recibido, cuál ha sido la conducta del señor [Vicente] Jiménez
y de su heroica brigada en el Sitio de Querétaro, durante el cual sostuvo cinco
terribles combates gloriosamente, a costa de numerosas pérdidas. Esto le valió
varias menciones honoríficas y la admiración de sus compañeros, así como los
testimonios de consideración de sus jefes, habiendo sido apellidado héroe por
los señores generales Escobedo y Corona”. (Carta fechada el 9 de junio de
1867). Mariano Escobedo era el comandante en jefe de 25,000 hombres del
ejército republicano en Querétaro, y Ramón Corona era el jefe de las líneas de
Oriente y Sur. El parte de guerra confirma la información de Altamirano:
“Inútil me
parece recomendar a ninguno de los jefes, cuando la sencilla relación que llevo
hecha de los acontecimientos, demuestra su bizarría y denuedo; pero no podré dejar
de mencionar al valiente general Vicente Jiménez, que siempre a la vanguardia
de las fuerzas republicanas que estaban combatiendo, se distinguió como tantas
otras veces por su valor y serenidad, y al C. General Feliciano Echeverría,
Mayor General de esta línea, que en cumplimiento de su deber concurrió al punto
atacado. El C. Coronel Ignacio M. Altamirano, desprendiéndose de la línea del
centro, se presentó en lo más reñido del combate, uniéndose al general Jiménez,
y no abandonó un momento el lugar de la acción, hasta que ésta terminó
completamente, haciéndose notable por el entusiasmo y arrojo que lo han
distinguido en todos los ataques que ha sufrido la línea de mi mando, animando
con sus palabras y su ejemplo a los valientes soldados de la República”. (Parte
de guerra de Vicente Riva Palacio a Ramón Corona, fechado el 2 de mayo de 1867).
El 19 de enero de 1874, Sebastián Lerdo de Tejada designó al
general Corona ministro plenipotenciario de la Embajada de México en España,
restaurada la República las diligencias corresponden a tiempos de paz,
Altamirano escribió la tercera referencia epistolar sobre Ramón Corona para
solicitarle un favor:
“El que
suscribe pidió autorización a la Sociedad [Mexicana de Geografía y Estadística], que le fue otorgada, para encargar por conducto del ministro
mexicano en España señor general Corona, copia de las obras sobre Historia natural
del ilustre sabio mexicano don N. Mociño, que se encuentran en la Biblioteca de
Medicina de Madrid, y pedir al ciudadano presidente de la república los
recursos pecuniarios que al efecto han de necesitarse”. (Carta a Alfredo Bablot,
fechada el 6 de noviembre de 1874).
La última referencia no tiene relevancia,
es un cordial gesto de amistad, Altamirano le pide a su discípulo Juan de Dios
Peza: “Sírvase usted saludar al general Corona y a su señora”. (Carta fechada
el 30 de mayo de 1879). El diplomático Ramón Corona permaneció una década en España,
al regresar a México gobernó el Estado de Jalisco hasta el 11 de noviembre de
1889, cuando lo asesinaron en Guadalajara. El primer antecedente de
Ramón Corona en la administración pública data de 1871, Altamirano reconoció los aportes
educativos del visionario político de Jalisco: “A la cabeza de estos dignos
republicanos, debe la justicia histórica colocar al joven y esclarecido general
Corona, que sin ostentación, sin ruido y sin más mira que la de probar con
hechos su amor acendrado al pueblo, se ha declarado el protector de la
instrucción pública en occidente, ha abierto escuelas, las ha dotado, ha
comprado libros de textos liberales y ha echado los cimientos de una sólida
enseñanza en aquellos apartados pueblos”. (Artículo periodístico fechado el 20
de febrero de 1871).
No se conservan las cartas de Altamirano
dirigidas a su amigo Ramón Corona, tampoco sobreviven los mensajes que envió a
la viuda de Corona y a su hijo “Ramoncito”. En el archivo de mi bisabuelo Joaquín
Casasús leí un encargo de Papá Nacho:
“Asimismo suplico a usted que mande al señor Camacho esa carta mía de pésame
por la muerte de Lola Corona, su nuera. Escribo también a Ramoncito que me dio
parte de esta tragedia y a la señora Corona. ¡Pobre familia, qué desgraciada
es!”. (Carta fechada el 1 de abril de 1892).
Altamirano había planeado escribir la
biografía de Ramón Corona, adelantó su proyecto en el periódico La Tribuna: “Respecto del eminente
carácter político y militar del ministro nombrado por nuestro gobierno para
España, y que es uno de nuestros más queridos amigos, el ciudadano general de
división Ramón Corona, figura prominente en nuestra historia contemporánea,
tenemos que hablar con mayor extensión, y nos permitirán nuestros lectores que
lo hagamos en el próximo artículo, pues precisamente nos ocupábamos en escribir
su biografía, cuando tuvimos ayer conocimiento de la resolución del gobierno”.
(Artículo periodístico fechado el 20 de enero de 1874). Sin embargo, nunca
escribió la historia prometida, Ignacio Manuel Altamirano publicó dos
biografías, la primera dedicada a Miguel Hidalgo, la segunda sobre su maestro
Ignacio Ramírez, “El Nigromante”; lamentablemente no terminó la trilogía.
La vida del general inspiró la novela: Ramón Corona (Editorial Ballescá, 1906) escrita
por Victoriano Salado Álvarez (1867-1931), el literato del porfiriato reconstruyó
algunos pasajes de la guerra de intervención francesa a través del hallazgo de
un epistolario entre Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto. La biografía de Ramón
Corona tiene matices, en 1873 persiguió al líder agrario Manuel Lozada (1828-1873),
después de un juicio sumario, los soldados de la federación fusilaron al “Tigre
de Álica” el 19 de julio 1873. Consulté dos libros sobre el papel de Ramón
Corona durante la persecución del cacique indígena: Manuel Lozada (El Tigre de Álica) escrito por Ireneo Paz, publicado
originalmente en 1895 (2ª
ed. Factoría, 2000), y Manuel
Lozada: El Tigre de Álica, general, revolucionario, rebelde escrito por el
historiador Jean Meyer (Editorial Tusquets, 2015). Visto en retrospectiva, los
liberales del siglo XIX tenían prejuicios sobre Manuel Lozada porque combatió
en el bando de Maximiliano de Habsburgo, “El Tigre de Álica” tenía la
reputación de bandolero y mercenario, pero al caer el Imperio, Lozada tomó un
nuevo camino, fue pionero del agrarismo revolucionario, también le debemos la
fundación del Estado de Nayarit. El abogado Ignacio M. Altamirano justificó la
ofensiva militar del gobierno de Lerdo de Tejada para recuperar la paz en el
occidente de México:
“Ésta no se turbó hasta el 17 de enero de 1873, en que el
cabecilla Lozada, que se había mantenido rebelde desde hacia muchos años en las
asperezas de la sierra de Nayarit y merced a su prestigio entre los pueblos
bravíos de aquella comarca, creyéndose bastante fuerte por la impunidad de que
había disfrutado y por la cantidad de armamento que poseía, se lanzó invadiendo
con arrojo y rapidez al centro del estado de Jalisco al frente de diez o doce
mil hombres.
El peligro que esta invasión traía consigo era mayor de lo que
parecía, porque provocaba una guerra de castas y con el elemento y las ideas
más salvajes que ella pudiera producir, pues el programa de Lozada era un
programa de despotismo, de rapiña y de destrucción.
El gobierno organizó fuerzas con actividad y las envió en
auxilio del general Corona, que a pocos días trabó batalla con los invasores de
Nayarit en la Mojonera, cerca de Guadalajara, derrotándolos completamente y
teniendo que retirarse Lozada a sus montañas inaccesibles de la sierra”. (Sumario
de 1868 a 1882).
En total son 50 referencias sobre Ramón
Corona dispersas en 12 volúmenes de las Obras
completas de Ignacio Manuel Altamirano (SEP/CONACULTA, 1986-2001); pocas
personas en Morelos conocen los detalles del Sitio de Querétaro y del
fusilamiento de Maximiliano en el cerro de las Campanas, a pesar de que tres soldados
de la República -Riva Palacio, Jiménez y Altamirano- combatieron en Cuernavaca
antes de derrotar al Imperio atrincherado en Querétaro; pocas personas en
Morelos conocen la historia de Ramón Corona, a pesar de que un bisnieto con el
mismo nombre vive en Cuernavaca y atiende la librería La Rana Sabia, la historia está a la vuelta de la esquina, entre
los anaqueles de las librerías.
*Colaboración para la edición impresa de
la Cartelera Cultural de Morelos (agosto de 2016). Fotografía: Ignacio M.
Altamirano, Ramón Corona y Vicente Riva Palacio (sentados de derecha a izquierda), del libro: Ignacio Manuel
Altamirano. Iconografía, Fondo de Cultura Económica/Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes/Gobierno del Estado de Guerrero, Chilpancingo/México DF,
1993.