Alberto
Salcedo Ramos: “A pesar de la derrota escriturada como destino somos capaces de
zafarnos”
Por
Mario Casasús/La Jornada Morelos
Ciudad
de México.- En entrevista con La Jornada
Morelos, Alberto Salcedo Ramos (Barranquilla, 1963), reconoce el legado de
la tradición indígena de Colombia: “Tengo algo de ese palabrero porque también
trato de utilizar las palabras como una forma de acercar, de conciliar, como una forma de
seducir y llegar a los demás, soy ese palabrero sin duda”. El cronista caribeño
confiesa que algunos personajes de la antología: “Me enseñaron mucho sobre la
condición humana, personajes que me ayudan a construir una parábola de nuestro
continente poblado por seres sufridos pero heroicos, que son mártires pero al
mismo tiempo son resistentes, por seres que cuando nacen tienen la derrota
escriturada como destino y sin embargo son capaces de zafarse a ese destino con
la única gracia de sus puños, o de sus músculos, o de sus sudores”. Alberto
Salcedo Ramos presentó Los ángeles de
Lupe Pintor (Almadía, 2015) en la
Ciudad de México (9 de marzo), y en la Feria Internacional de la Lectura de
Yucatán (12 de marzo).
LJM.- Alberto, es el
tercer año consecutivo que conversamos entre Oaxaca y México DF, ahora regresas
con un libro bajo el brazo, ¿qué significa para ti debutar en el catálogo de
Almadía?
ASR.-
Para mí es un motivo de alegría estar en el catálogo de Almadía, porque es una editorial que le pone mucho cuidado a las
ediciones y que le pone mucho corazón a los libros; es curioso, si tú miras la
portada del libro con un naranja muy fuerte, muy caribe, yo creo que hicieron
un libro que se parece mucho a mí, es un libro lleno de un color encendido,
creo que es una editorial que hace un trabajo muy valioso, muy bonito y me
alegra mucho estar ahí, para mí es un motivo de alegría estar en Almadía.
LJM.- Divides tu libro
en tres apartados de crónicas y el “Bonus track”, la primera parte son
historias de adversidad, los protagonistas comparten la tradición de una
sabiduría comunitaria o indígena…
ASR.-
Ese primer capítulo, incluí a personajes con historias de resistencia frente a las
adversidades, como tú muy bien dices. No es que con ese ordenamiento de los
capítulos yo pretenda enviar un mensaje que vaya más allá de las historias, o
una moraleja, lo que quiero es dar un orden que le permitiera al lector
enfrentarse mejor con el libro, o moverse de manera más sistemática en la
lectura del libro.
LJM.- ¿Aspiras ser un
palabrero?, ¿cómo concibes la crónica dentro de la tradición oral
latinoamericana?
ASR.-
Supongo que lo preguntas porque hay un palabrero indígena en mi libro, creo que
yo tengo algo de ese palabrero porque también trato de utilizar las palabras
como una forma de acercar, de conciliar,
como una forma de seducir y llegar a los demás, soy ese palabrero sin duda,
tengo algo de él.
LJM.- Los indígenas
colombianos llaman a los extraños “alijunas”, en Chile los mapuches llaman a
los mestizos “winkas”, ¿cómo logras la empatía y la confianza de una comunidad
para no ser un “extranjero” del entorno?
ASR.-
La única forma que encuentro de hacer eso, sencillamente es: quedarme ahí a
escuchar a los personajes, es decir, no hay un método más allá de estar
dispuesto a quedarse mucho tiempo para oír a los personajes hasta que
encuentres el detonante para la historia que ellos necesitan -o quieren-
contar.
LJM.- Mencionas el color
caribe de la portada, y el diseño gráfico tiene a un boxeador, son varias
historias abajo del ring, ¿por qué el boxeador mexicano Lupe Pintor le da el
título a tu libro?
ASR.-
Porque es una historia inédita, la trabajé exclusivamente para Almadía, además porque Lupe Pintor es un
personaje que me contó cosas que no había contado antes, relacionado con el
tema más complicado de su vida personal y profesional, cuando mató a un
boxeador en el ring.
LJM.- ¿La moraleja de
Lupe Pintor es el perdón con uno mismo y la reconciliación con su pasado?
ASR.-
Creo que era un boxeador que no se perdonaba a sí mismo el haber propiciado
accidentalmente la muerte de un colega en el ring, es la historia de un hombre
–efectivamente- que aprendió a perdonarse a sí mismo y al lograrlo creció como
ser humano, se hizo mejor persona, es algo muy bello que encontré cuando me
reuní con Lupe Pintor y su esposa.
LJM.- La segunda parte
del libro tiene un tono distinto: “Bufones y perdedores”, hay una dignidad en
la derrota, me conmovió la historia del boxeador Víctor Regino, al intentar
regresar del retiro cae a la lona, pero salió con la “V” de la victoria porque
había conseguido el dinero para el colegio de su hija…
ASR.-
Creo que es la grandeza de la derrota, es la derrota como una circunstancia que
lo hace ser mejor persona aunque te arrebata todo, es la derrota que te
arrebata todo menos la dignidad, menos las ganas de levantarte aunque hayas
perdido. Ese capítulo tiene –para mí- el encanto desde la óptica del narrador
por haber descubierto a esos personajes que me enseñaron mucho sobre la
condición humana, personajes que me ayudan a construir una parábola de nuestro
continente poblado por seres sufridos pero heroicos, que son mártires pero al
mismo tiempo son resistentes, por seres que cuando nacen tienen la derrota
escriturada como destino y sin embargo son capaces de zafarse a ese destino con
la única gracia de sus puños, o de sus músculos, o de sus sudores.
LJM.- Tus crónicas
aportan detalles minuciosos, estás obsesionado con la estatura, dices que un
boxeador más alto tiene la ventaja, y registras que en la Cédula de Identidad
de los hondureños no aparece el dato de la estatura, a diferencia de Colombia.
¿Cómo afinas tus observaciones al momento de escribir una crónica?
ASR.-
Soy muy intuitivo para observar los detalles, creo que como reportero que soy
busco la información básica: quién, cómo, cuándo y dónde, busco los datos
elementales del código de periodismo, de ahí pa’ arriba meto todos los datos
que se me vayan poniendo en el radar. Cuando uno hace crónica, tiene que conseguir
información y buscar datos, la crónica es un género para informar, por lo tanto
demanda habilidades de reportero.
LJM.- En Oaxaca decías:
“desconfío de los periodistas que creen tener la verdad absoluta”, ¿qué pasa
cuando sabes que tu interlocutor es un mitómano o tiende a lo fantasioso?
ASR.-
En Colombia había un escritor que se llamaba Héctor Rojas y decía: “Me gustan
los periodistas que buscan la verdad, pero desconfío de los que creen que la
han encontrado”. Yo no entrevisto a los personajes para desconfiar de ellos, me
gusta verificar que lo que me digan sea cierto, que no estén utilizándome para
amplificar sus mentiras o disparates. En el caso del boxeador paramilitar, todo
es delirante y alocado, pero reflejo eso, muestro esa psiquis alocada de
Amancio Castro.
LJM.- ¿A nivel psicoanalítico
llevas tus dudas a los personajes que describes?, lo pregunto porque Amancio
Castro dijo que escondió un detalle para que su abuela no falleciera de un
susto, y en el “Bonus track” cuentas que tú no querías que los doctores le
dieran el diagnóstico de cáncer a tu mamá, para “evitarle que el susto la
matara antes que la enfermedad”.
ASR.-
Creo que todos los que escribimos crónica, de alguna manera, aunque no lo
queramos utilizamos el diván de Sigmund Freud, en varios momentos ponemos al
personaje en una especie de diván para explorar la psiquis, no tenemos el
proceder de un psicoanalista, pero es muy posible que en algún momento
utilicemos la técnica del psicoanálisis para explorar la psiquis de las personas
que van a contarnos sus historias.
LJM.- Vamos a la última
parte del libro: “Entre el esplendor y la sombra”, está dedicada a la masacre
de El Salado, a las mutilaciones y asesinatos de las bombas terrestres que
instalan los paramilitares y la guerrilla. Cito una frase lapidaria: “En muchas
regiones olvidadas de Colombia los límites geográficos no son trazados por la
cartografía, sino por la barbarie”. ¿Ves un reflejo de esa “cartografía” en
México?
ASR.-
Los países nuestros tienen mucho parecido, ¿no?, para mal y para bien, son
países hermanados desde hace mucho tiempo, por sus desastres y por sus logros,
por sus problemas comunes y por sus maravillosas culturas en común, son países
muy parecidos.
LJM.- Después de la
tragedia, viene un apéndice con un par de “Bonus track”, ¿la intención del
colofón era dejar un buen sabor de boca después de la barbarie?
ASR.-
Es posible, pero también era decirle al lector: “ya que has leído tantas cosas
sobre los otros, ahora lee algo sobre lo que yo he vivido”, tengo la idea de
que el periodismo no puede inhibirnos de contar lo que nos pasa a nosotros de
vez en cuando. Me enseñaron que noticia es lo que le ocurre a los demás, y a
veces a nosotros nos ocurren cosas que son dignas de ser contadas, porque en
esas cosas se pueden reflejar los otros, los problemas de nosotros son
universales y pueden contribuir a llevar una enseñanza, o una reflexión sobre
la condición humana.
LJM.- ¿Tienes una
crónica preferida en tu libro?
ASR.-
La historia de Emiliano Zuleta, el autor del vallenato “La gota fría”.
LJM.- ¿Le regalarás tu
libro a Lupe Pintor?
ASR.-
Creo que la editorial se lo envió.
LJM.- ¿Te interesa
volver a conversar con Lupe Pintor?
ASR.-
Por supuesto me interesa conversar con Lupe Pintor, siempre y cuando no sea en
el automóvil, porque es un loco conduciendo.
LJM.- Finalmente, has
escrito varias crónicas de fútbol, ¿entrevistarías a Cuauhtémoc Blanco?
ASR.-
Me gustaría hablar con él, pero no ahora que es el alcalde de Cuernavaca.
Habría muchos futbolistas que me interesan antes, por ejemplo, la Tota Carbajal,
fue portero de la Selección Nacional de México y creo que todavía no termina de
sacar de la portería los goles que le metieron en los mundiales (risas).