Carta abierta al presidente Andrés Manuel López Obrador
Por Mario Casasús
Mi tatarabuelo Ignacio Manuel Altamirano exigió la renuncia de Benito Juárez para frenar su afán reeleccionista y denunciar las iniciativas de Palacio Nacional que fortalecieron al poder ejecutivo frente al legislativo (1861). Afortunadamente la historia no volvió a ser igual, usted declaró que no buscará la reelección, pero se excedió en sus facultades designando al policía Gabriel Zapata en la dirección del Museo Casa Zapata de Anenecuilco. La injerencia federal en un museo estatal resulta inadmisible (la casa natal de Zapata no pertenece al INAH, tampoco funciona en un fideicomiso mixto. El gobierno de Morelos administra el Museo Casa Zapata desde 1991).
Entiendo su buena
voluntad de ofrecerle trabajo a un bisnieto de Emiliano Zapata, pero usted
debió pedir referencias sobre los descendientes de Nicolás Zapata, su nieto,
Gabriel Zapata buscó la dirección de policía de tránsito en el Municipio de
Ayala, el alcalde Isaac Pimentel le negó el puesto, posteriormente el policía buscó
un trabajo de jardinero en la casa de Zapata, pero usted lo nombró director del
Museo Casa Zapata (es la versión que el propio Gabriel difundió, sin darse
cuenta que la indiscreción ocasionaría un grave problema institucional).
Me negaba a creer en
la palabra de Gabriel Zapata, usted conoce al usurpador Jorge Zapata (presunto
hijastro de Nicolás Zapata), ellos representan a la estirpe de Caín. El
diputado federal Nicolás Zapata (cacique del PRI) ordenó el asesinato del
veterano zapatista Francisco Chico Franco Salazar (secretario y primo hermano
de Emiliano Zapata), fue un crimen de Estado con la participación del Ejército
mexicano y la Policía Judicial de Morelos (así operaba el PRI, eliminaba a sus
opositores. En Morelos, el Ejército asesinó a Rubén Jaramillo y su familia. El
antecedente fue la detención ilegal, la tortura y el asesinato de Chico Franco
y sus hijos Vérulo y Julián Franco Sánchez).
Presidente López
Obrador, le decía que me negaba a creer en la palabra de Gabriel Zapata, pero
el rumor era generalizado, no hubo un comunicado de prensa del gobierno de
Morelos para desmentir el trascendido, por lo tanto solicité una reunión –off the record- con la doctora Helena
González (directora de Museos de Morelos), cuando abordamos la injusticia de
tener a un policía -sin credenciales académicas- al frente del Museo Casa Zapata, la
funcionaria de la Secretaría de Turismo y Cultura de Morelos me dijo: “El
presidente López Obrador nombró a Gabriel Zapata, yo no puedo pedir su renuncia,
no puedo hacer nada” (8/09/2020).
En 1991, Carlos
Salinas nombró como director del Museo Casa Zapata al hijo de un implicado en
el asesinato de Chico Franco (Lucino Luna impidió la consulta de los Títulos
Primordiales y la correspondencia de Chico Franco durante 23 años, porque los
documentos demuestran el conflicto entre el veterano zapatista y el cacique del
PRI). El gobierno de Graco Ramírez nombró como director del Museo Casa Zapata
al sobrino del cómplice de Nicolás Zapata en la repartición del botín de guerra
(Enrique Anzures pretendió falsificar la historia, argumentando que su
familiares fueron los últimos guardianes de los Títulos Primordiales, sic). Con todo respeto, usted superó a Carlos
Salinas y Graco Ramírez, nombró al nieto del asesino Nicolás Zapata. El Estado
debe reparar el daño (por la participación del Ejército y la Policía Judicial
en un operativo ordenado por un diputado federal), usted no debería recompensar
a la estirpe de Caín. La revolución mexicana terminó el 21 de diciembre de
1947, con el asesinato de Chico Franco.
Usted siempre dice,
ante la comparación con el régimen del PRI: “No somos iguales”, demuéstrelo: permita
que los morelenses decidamos nuestro futuro, en este caso que desenterremos nuestro
trágico pasado. Si usted tiene dudas de mi denuncia, le aconsejo que busque la
opinión del doctor Salvador Rueda (después de la muerte del doctor Francisco
Pineda, el director del Museo Nacional de Historia es el mayor zapatólogo de
México). En mi humilde opinión, yo no buscaría a Felipe Ávila, el año pasado
exhibí su ignorancia en El Universal de
México, y si usted revisa el nuevo libro de Ávila: Iconografía de Emiliano Zapata
(2020) descubrirá en la página 97, que el “experto” del INEHRM confundió a un
personaje anónimo con Francisco I. Madero (la fotografía original aclaró, con
una nota en el reverso, que Zapata está en el Jardín Borda para asistir a un
banquete en honor a Madero, en ninguna parte dice que el personaje de la
comitiva sea el presidente Madero junto a Zapata), pero esta confusión de Felipe Ávila
es anecdótica, lo realmente preocupante son las dos fotografías del genocida
Gustavo Díaz Ordaz (páginas 41 y 57), ¿por qué reivindicar al asesino de 1968
en la Iconografía de Zapata?, además,
los lectores del libro no encontrarán ninguna imagen del Coronel Chico Franco
en la sección El Zapatismo. La
historia oficial se empeña en ocultar a Chico Franco, yo puedo demostrar que
fue el redactor del Plan de Ayala (1911), conservo el expediente de la SEDENA
con el listado de cada batalla del Coronel de caballería Chico Franco.
Presidente, usted
conoce el libro Raíz y razón de Zapata
(1943) de Jesús Sotelo Inclán, el historiador se inspiró en sus conversaciones
con Chico Franco y respaldó su investigación con los documentos que resguardaba
el veterano zapatista. Usted citó un par de fragmentos de Raíz y razón de Zapata en su visita a Cuautla (cuando el impostor
Jorge Zapata intentó robarse los reflectores para su “Partido Auténtico
Zapatista” con supuestas demandas ecologistas, sic).
Permítame hacer un
paréntesis: después del asesinato de Chico Franco, su hija Esperanza Franco
llevó el archivo de Anenecuilco a la casa de Jesús Sotelo Inclán en la Ciudad
de México, el historiador intentó donar los Títulos Primordiales al Estado,
pero las autoridades lo ignoraron. Lamentablemente, don Jesús murió en un
accidente automovilístico (1989) y su hermano Guillermo Sotelo Inclán vendió el
archivo de Anenecuilco a Carlos Salinas por 9 millones de pesos. Simularon una
donación al Archivo General de la Nación, y Salinas decidió depositar los
Títulos Primordiales y la correspondencia de Chico Franco en el Museo Casa
Zapata (para lucrar políticamente con la “donación”, previo a la reforma del
Artículo 27). El Inventario del AGN reconoce la “Compilación de Guillermo
Sotelo Inclán” (sic), cuando deberían
rebautizarlo: “Archivo Chico Franco Salazar”. El año pasado discutí el tema con
Felipe Ávila, prometió investigar los trámites para que el AGN rectifique el
nombre del “Fondo Guillermo Sotelo Inclán”, pero a la fecha, Ávila no movió un
dedo, por eso no confío en el director del Instituto Nacional de Estudios
Históricos de las Revoluciones Mexicanas. Usted puede reparar el daño ante
semejante injusticia, con un decreto presidencial, atentamente le solicito el
cambio del nombre del “Fondo Guillermo Sotelo Inclán” por “Archivo Chico Franco
de Anenecuilco”.
Finalmente, el nuevo
director del Museo Casa Zapata, el policía Gabriel Zapata delegó a su tío
Tiburcio Zapata (hijo de Nicolás Zapata) la estrategia comunicacional de la
reinauguración del recinto histórico. Tiburcio “Bucho” Zapata desfiló por Radio Fórmula, El Heraldo de México y Reforma,
anunciando el concierto de Panteón Rococó
y la apertura del Museo Casa Zapata, actividades programadas para el 25 de
septiembre (hablé con dos músicos de Panteón
Rococó y desconocían quién era su “publicista” en Anenecuilco). “Bucho”
Zapata está usurpando funciones, no está en la nómina del museo, “Bucho”
pretende ser alcalde de Ayala y utilizó como plataforma electoral (anticipada)
al Museo Casa Zapata. ¿Ahora entiende cómo funcionan los descendientes de
Nicolás Zapata?, “Bucho” y Jorge Zapata son un par de oportunistas, no tienen
una gota de sangre revolucionaria, son aprendices de caciques como su padre
Nicolás Zapata (otrora alcalde de Cuautla, diputado local y diputado federal
del PRI). Cuando reclamé el protagonismo de “Bucho” Zapata a la directora de
Museos de Morelos, Helena González me dijo: “no sabía que Tiburcio Zapata concedió
entrevistas sobre la inauguración del Museo Casa Zapata, sé que Tiburcio Zapata
se lanzará para alcalde de Ayala, ¿Mario, en qué te afecta?, déjalo,
concéntrate en tus proyectos” (conservo el audio mp3 de mi conversación con la
funcionaria estatal, su política es neoliberal: “dejar hacer, dejar pasar”).
Ahora todos los burócratas de Morelos le tienen miedo a “Bucho” Zapata y
Gabriel Zapata porque son “recomendados” del presidente López Obrador. ¿No
somos iguales?, usted fomentó el influyentismo, usted designó a un policía sin
credenciales académicas al frente del Museo Casa Zapata, usted impuso al
director de un museo estatal (Morelos no es su jurisdicción), usted cometió
apología del delito al recompensar al descendiente de Nicolás Zapata, en lugar
de reparar el daño. El asesinato de Chico Franco fue un crimen de Estado, con
el mismo modus operandi que el
asesinato de Rubén Jaramillo. En Morelos, la leyenda dice que el veterano
zapatista aconsejó al guerrillero Jaramillo: “abandona las armas”, porque era
mejor seguir la ruta que los zapatistas tomaron en 1920. Chico Franco jamás
volvió a levantar un fúsil para exigir la restitución de tierras de
Anenecuilco, confío en la vía pacífica y democrática, escribió cartas a los
presidentes Álvaro Obregón, Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho, se presentó
en el Departamento Agrario, en la Confederación Nacional Campesina y tramitó
copias de los Títulos Primordiales en el AGN; de nada le sirvió apelar a la
razón, lo asesinaron, igual que a Rubén Jaramillo, en los dos crímenes de lesa
humanidad participó el Ejército mexicano, el Estado debe reparar el daño.
La pieza más
importante del Museo Casa Zapata son los Títulos Primordiales de Anenecuilco,
no son los adobes de la humilde casa, tampoco las carabinas oxidadas, mucho
menos los viejos petates o los utensilios de la vida cotidiana en 1911. Los
Títulos Primordiales son Patrimonio Cultural de la Humanidad, cuentan la
historia de la tierra desde el virreinato a 1909, son documentos invaluables
que Emiliano Zapata llevó al frente del combate, con los Títulos Primordiales
justificó su participación en la revolución. Los Títulos Primordiales continúan
encerrados y mal catalogados con el crédito del “Fondo Guillermo Sotelo Inclán”
(sic), no basta con la digitalización
de los Títulos Primordiales, los facsimilares deben exhibirse en la Casa Zapata
y el guión museográfico debe explicar que guardar los documentos de Anenecuilco
le costó la vida Chico Franco, a manos del traidor Nicolás Zapata (el verdadero
chacal de la revolución). Un nieto del cacique del PRI no puede custodiar el
“Archivo Chico Franco”, un policía no tiene las credenciales académicas para
dirigir un museo. Presidente López Obrador, usted debe respetar la soberanía
del Estado de Morelos, es injusta la imposición de un funcionario estatal desde
la federación. Buscaré el respaldo de una ONG para iniciar los trámites de
reparación del daño ante el crimen de Estado. Los crímenes de lesa humanidad
que cometió el Ejército mexicano en Morelos no pueden continuar en la
impunidad. Ni perdón, ni olvido.
Espero su respuesta
señor presidente. Si hubiera voluntad política, usted atendería mi pliego
petitorio, usted podría designar al subsecretario Alejandro Encinas para que
estudien el caso en el área de Derechos Humanos de la SEGOB. Espero reunirme con la doctora Olga Sánchez
Cordero, la Secretaría de Gobernación debe programar una ceremonia para ofrecer
disculpas a la familia de Chico Franco por el crimen de Estado. También espero
conversar con la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, directora de la Coordinación
Nacional de Memoria Histórica y Cultural de México, para donar al Estado mi
colección de cartas, libros, cubiertos de plata y fotos inéditas de Joaquín D.
Casasús y su suegro Ignacio Manuel Altamirano. Presidente López Obrador, no soy
su adversario, no estoy pidiendo su renuncia por la injerencia federal en un
museo estatal. Exijo justicia: reparación del daño por el crimen de Estado. Demuestre
que en la 4T no son iguales al PRI, reconozca su equivocación (el nombramiento
del policía Gabriel Zapata para dirigir el Museo de Anenecuilco). Mi tatarabuelo Ignacio Manuel Altamirano rectificó
en su conflicto con Juárez y defendió la República ante la intervención
extranjera (con el grado de coronel), “Papá Nacho” se reconcilió con el
presidente Benito Juárez.