Lucino
Luna: “El Museo Casa Zapata se
enriquecerá por la exhibición de las piezas que rescatamos”
Por
Mario Casasús
Anenecuilco.-
El cronista Lucino Luna dirigió el Museo
Casa Zapata durante 23 años: “Al principio era un museo chiquito, se
llamaba: Museo por la lucha de la tierra,
no tenía nada, yo me puse a buscar carabinas de la revolución, documentos y
fotografías. Conseguí una espada plateada de 1911 -tiene la empuñadura con el
águila del porfiriato-, recuperé una escopeta de dos tiros, un petate zapatista
y varias piezas prehispánicas”. Luna Domínguez tramitó su jubilación en 2016:
“Llegó el momento en que me tenía que ir del museo por razones de edad, sentí
que ya era hora, le avisé a mis jefes de la Secretaría de Cultura que me quería
retirar, me costó trabajo tomar la decisión, no me arrepiento, pero ya estoy
afuera del museo y sigo trabajando por mi cuenta. Cuando se reinaugure el Museo Casa Zapata te va a gustar, se
enriquecerá por la exhibición de las piezas que rescatamos y por los 5 óleos de
Antuñano”.
Lucino
Luna está orgulloso por sus aportes museográficos, le costó trabajo conseguir
el financiamiento para los 5 óleos de Antuñano: “Llevaba al pintor a la tienda
de raya y hacía los bosquejos… Meses después, leyendo documentos sobre Zapata
me di cuenta que describen su salida de la Iglesia por el lado del panteón. Vi
al presidente municipal Juan Nolasco y le dije: ‘necesitamos otro óleo con la
salida de Zapata del pueblo’, el alcalde respondió: ‘vamos a hablar con la
Fundación BANAMEX’, ellos financiaron el segundo óleo… en el tercer óleo pintó
la casa de Zapata con su tecorral, le dije que pintara ‘un perro meco’ y
guajolotes, porque un documento marca: ‘la familia Zapata tenía guajolotes y
animales de otra especie’. El cuarto óleo representa la salida de Zapata de
Villa de Ayala, y en el quinto óleo pintó el solar donde encontraron a Ehécatl,
llamaban al lugar La Cofradía, ahí
organizaban las jugadas de toros, investigué qué jugadas de toros hacía Zapata”.
A
pesar de terminar su relación laboral con el museo, Lucino sigue al pendiente
de la reinauguración, en la víspera de octubre de 2019 propone: “Me gustaría
que las autoridades –el comisariado ejidal, el ayudante y el presidente
municipal- organicen un homenaje póstumo nombrando la Sala Jesús Sotelo Inclán, quiero que coloquen una placa en la sala
principal del museo para que reconozcan el trabajo del profesor”. Finalmente,
discrepo con Lucino en un punto, no entiendo la negativa para exhibir los
Documentos Primordiales de Anenecuilco, en sus palabras: “Soy de la idea de que
no debes atiborrar de documentos un museo, si puedes mostrar un arma muestra un
arma, es más atractivo y voluminoso. Anenecuilco tiene para dar y prestar, yo
recuperé objetos porque aquí nací y conozco a la gente, sabía combinar mi
tiempo con mis amigos, les decía: ‘regala el rifle de tu abuelo al museo’, me
costó mucho trabajo hacer llegar cosas importantes. Yo te escuchaba en la
presentación del libro, tú hacías una pregunta, le sugerías a Enrique que en el
museo se colocaran los facsimilares de los Documentos Primordiales, pero yo
digo que sólo muestres documentos que sean inéditos, que no sean los mismos que
menciona Sotelo Inclán, para que veas algo nuevo”.
MC.- Lucino, ¿cómo
recuperaron el terreno para construir el Museo Casa Zapata?
LL.-
El profesor Jesús Sotelo Inclán llegó a Anenecuilco en 1937, le interesaba
conocer la biografía de Emiliano Zapata y entrevistó a varias personas de acá,
después hizo una gran amistad con Chico Franco, al final de cuentas le muestra
los Documentos Primordiales de Anenecuilco y le muestran el Archivo Eclesiástico
que en aquella época estaba más completo. De toda la investigación nació su
libro Raíz y razón de Zapata (1943),
en una de sus páginas, Sotelo Inclán expresa que quiere para Anenecuilco un
museo en la casa de Zapata con una sala prehispánica, una sala revolucionaria y
una sala iconográfica. Yo pensé: “voy a ayudarlo para que se haga realidad lo
que quiere el profesor”, pero nunca lo pude ver, yo trabajaba como inspector en
Zacatepec y cuando llegaba a buscarlo al museo me decían: “se acaba de ir”. Una
vez llegó a comer a la casa de mi tía Esperanza Franco, llegué corriendo desde
Zacatepec pero se acababa de ir. Luego me di cuenta que Sotelo Inclán se murió
en un accidente automovilístico, por mi cuenta comencé a investigar. Santana
Bustos era comisariado ejidal y el ayudante municipal era Juan Nolasco Vázquez,
ellos hablaron con el gobernador Antonio Riva Palacio, él designó a la
licenciada Patricia Elton –que estaba en eventos especiales-, visitó el museo
para preguntarme de qué se trataba el proyecto, una semana después me invitaron
al Palacio de Gobierno para ofrecerme la dirección del Museo Casa Zapata.
MC.- ¿En qué año te
nombraron director del museo?
LL.-
En 1993. Me dieron escalofríos porque adquirí un compromiso muy fuerte. Mi
primer jefe fue Gabriel Efraín Castillo, Director de Bibliotecas del Estado de
Morelos. Al principio era un museo chiquito, se llamaba: Museo por la lucha de la tierra, no tenía nada, yo me puse a buscar
carabinas de la revolución, documentos y fotografías. Conseguí una espada
plateada de 1911 -tiene la empuñadura con el águila del porfiriato-, recuperé
una escopeta de dos tiros, un petate zapatista y varias piezas prehispánicas.
MC.- ¿El museo no tenía
nada?, ¿y los Documentos Ancestrales de Anenecuilco?
LL.-
Cuando llegué al museo ya habían traído los Documentos que tenía Jesús Sotelo
Inclán, los trajo su hermano, se los entregó a Salinas y Salinas al pueblo. Yo
entré hasta después. El mural también ya estaba, lo hizo Roberto Rodríguez
Navarro. Yo llegué y arranqué, me di cuenta que iba a ser bien difícil, pero
empecé poco a poco, hasta que logré que se reunieran gran cantidad de armas,
documentos, fotografías y piezas prehispánicas. Lo que había soñado Sotelo
Inclán ya estaba allí, se hizo la museografía, seguí recuperando más objetos
pero se quedaban en la bodega y mandé a pintar 5 óleos que tampoco se exhibían.
MC.- ¿Fue tu iniciativa
invitar a Luis de Antuñano para que hiciera 5 óleos?
LL.-
Fue mi propuesta, yo contraté a Luis de Antuñano, lo llevé a conocer los
paisajes que nunca se imaginó: la tienda de raya, los túneles y el cerro del
ídolo. Hizo 5 óleos que miden 2.20 X 1.20, si los colocas juntos cubren 14
metros contando las fichas técnicas.
MC.- Conozco los 5
óleos, pero la mayoría de los lectores no los han visto, ¿qué paisajes
representan?
LL.-
Uno te muestra la tienda de raya, que fue construida en 1881 por los dueños de
la hacienda del hospital, en ese campo llegaban carretas para acarrear la caña,
para 1905 entró un tren chiquito de vapor, encontré una fotografía del tren que
entraba a recoger la caña, doné la foto al museo.
MC.- ¿Quién conserva la
máquina de vapor?
LL.-
He investigado pero nadie me da razón del tren, sólo quedaron las fotos.
MC.- ¿Cuál era el
criterio para incluir a las personas, los objetos y animales en los 5 óleos?
LL.-
Llevaba al pintor a la tienda de raya y hacía los bosquejos. Don Luis me decía:
“¿qué crees?, me faltan algunos detalles”, así que regresamos varias veces a la
tienda de raya. Meses después, leyendo documentos sobre Zapata me di cuenta que
describen su salida de la Iglesia por lado del panteón. Vi al presidente
municipal Juan Nolasco y le dije: “necesitamos otro óleo con la salida de
Zapata del pueblo”, el alcalde respondió: “vamos a hablar con la Fundación
BANAMEX”, ellos financiaron el segundo óleo que pintó don Luis, yo le decía: “en
lugar de una barda moderna ponga un tecorral, y en la calle pinte las piedras
con polvo”. Don Luis es un gran paisajista, en el tercer óleo pintó la casa de
Zapata con su tecorral, le dije que pintara “un perro meco” y guajolotes,
porque un documento marca: “la familia Zapata tenía guajolotes y animales de
otra especie”. El cuarto óleo representa la salida de Zapata de Villa de Ayala,
y en el quinto óleo pintó el solar donde encontraron a Ehécatl, llamaban al
lugar La Cofradía, ahí organizaban
las jugadas de toros, investigué qué jugadas de toros hacía Zapata, llevé a don
Luis al solar, le enseñé donde estaban los mezquites, así se aventó los 5
óleos.
MC.- ¿La gente donó
piezas prehispánicas al museo?, ¿conociste la escultura de Ehécatl que se
perdió en Anenecuilco?
LL.-
En 1972 encontraron a Ehécatl, yo estaba muy joven, corrí a verlo, recuerdo que
la gente se alborotó porque encontraron un ídolo a dos cuadras de la casa de
Zapata, mientras rascaban en un solar para construir la Escuela Eufemio Zapata
Salazar. Yo lo vi, era un ídolo precioso, de este vuelo de altura (Lucino señala
su cintura), ese ídolo no lo cuidaron, lo dejaron en la Ayudantía Municipal y a
los ocho días desapareció. Quedó comprobado que había vestigios prehispánicos,
incluso la Iglesia de Anenecuilco está montada en el basamento de una pirámide,
también en el cerro del ídolo y en el campo de huajar hay vestigios
prehispánicos, se debió hacer un comité en Anenecuilco para rescatar nuestro
pasado prehispánico, pero no se hizo nada.
MC.- ¿Podrías mencionar
otro aporte para el Museo Casa Zapata?
LL.-
Logré hacer un documental que se llama: Monumentos
históricos del pasado de Anenecuilco, dura 15 minutos, en el documental
muestro lo que no se ve, lo que la gente no alcanza a ver porque los libros de
historia no te lo enseñan, yo logré ese objetivo. Pero llegó el momento en que
me tenía que ir del museo por razones de edad, sentí que ya era hora, le avisé
a mis jefes de la Secretaría de Cultura que me quería retirar, me costó trabajo
tomar la decisión, no me arrepiento, pero ya estoy afuera del museo y sigo trabajando
por mi cuenta. Cuando se reinaugure el Museo
Casa Zapata te va a gustar, se enriquecerá por la exhibición de las piezas
que rescatamos y por los 5 óleos de Antuñano.
MC.- ¿Cuándo planean
reinaugurar el Museo Casa Zapata?
LL.-
No sé, el terremoto nos dañó en todos los sentidos. Enrique Anzures, el nuevo
director, me hablará cuando le den luz verde sus jefes, porque yo tengo que
estar ahí, la museógrafa me tiene que hacer preguntas.
MC.- En abril de 2016,
me comentaste que invitaron al historiador Francisco Pineda para que escribiera
el guión museográfico, ¿en qué terminó la propuesta?
LL.-
Le dije a mi entonces jefe, el arquitecto Valtierra invitó al doctor Francisco
Pineda a Cuernavaca, porque yo quería que Francisco Pineda interviniera con sus
ideas, porque es un hombre talentoso y muy humilde, Pineda te entiende y te
escucha. Dio sus puntos de vista, ya no supe más porque me jubilé, estoy
esperando que vengan a hacer la museografía y que me inviten para la
reinauguración.
MC.- Durante la
transición entregaste un inventario al nuevo director, ¿están completos los
Documentos Primordiales de Anenecuilco?
LL.-
Lo que te voy a decir no quiero que lo publiques, aunque lo tengas grabado.
(Después
de escuchar su testimonio -off the record-
seguimos con la entrevista).
MC.- ¿Por qué nunca
exhibieron los Documentos Primordiales?
LL.-
Soy de la idea de que no debes atiborrar de documentos un museo, si puedes
mostrar un arma muestra un arma, es más atractivo y voluminoso. Anenecuilco
tiene para dar y prestar, yo recuperé objetos porque aquí nací y conozco a la
gente, sabía combinar mi tiempo con mis amigos, les decía: “regala el rifle de
tu abuelo al museo”, me costó mucho trabajo hacer llegar cosas importantes. Yo
te escuchaba en la presentación del libro, tú hacías una pregunta, le sugerías
a Enrique que en el museo se colocaran los facsimilares de los Documentos
Primordiales, pero yo digo que sólo muestres documentos que sean inéditos, que
no sean los mismos que menciona Sotelo Inclán, para que veas algo nuevo, esa es
mi idea, yo no digo que no sea bueno que veas muchos documentos, pero se
trabajó tanto para hacer cosas hermosas.
MC.- En 1947 asesinaron
al guardián de los Documentos Primordiales, ¿quién secuestró y asesinó a Chico
Franco?
LL.-
Ya lo escribió Sotelo Inclán, los familiares de Chico Franco le dieron la
versión que escribió en Raíz y razón de
Zapata. En mi caso, no tiene caso volver a reescribir lo que ya está
escrito, se dieron las situaciones lamentables, ni modo, son cosas de la vida.
Esperanza Franco lo relata de viva voz, que era sangre de este señor, no tiene
caso repetir algo que ya está dicho.
MC.- ¿Con quién
conversaba Jesús Sotelo Inclán en Anenecuilco?
LL.-
Santiago Aguilar Ortiz y Napoleón Domínguez Aguilar fueron grandes amigos del
profesor Sotelo Inclán. Mi hermano Juan Luna Domínguez también dialogó con don
Jesús. Probablemente María Félix Aragón Franco te puede decir algo.
MC.- En la víspera del
30 aniversario luctuoso de Sotelo Inclán, ¿cómo te gustaría rendirle un
homenaje?
LL.-
De Sotelo Inclán tenemos que admirar, te lo digo con honestidad, que quiso a
Anenecuilco más que muchos de nosotros, dijo cosas tan hermosas de nuestro
pueblo sin ser de aquí. Me gustaría que las autoridades –el comisariado ejidal,
el ayudante y el presidente municipal- organicen un homenaje póstumo nombrando
la Sala Jesús Sotelo Inclán, quiero
que coloquen una placa en la sala principal del museo para que reconozcan el
trabajo del profesor.
MC.- Nuestro amigo Edgar
Castro Zapata propone instalar un busto de bronce en la entrada del Museo Casa
Zapata.
LL.-
Magnífico.
MC.- Para nosotros no es
suficiente la mención del mural inspirado en “Raíz y razón de Zapata”.
LL.-
No creo que diga eso el mural del museo.
MC.- El crédito está en
la esquina inferior derecha.
LL.-
Yo digo que en el museo pongan una placa sencilla: “Sala de exhibición Jesús
Sotelo Inclán”. Pero al irme del museo perdí todo contacto, sería lindo que las
autoridades de Anenecuilco organicen un homenaje póstumo.
MC.- Finalmente, después
de la jubilación ¿en qué proyecto estás trabajando?
LL.-
Quiero reeditar mi libro Anenecuilco. El
origen del caudillo (2012), estoy conversando con Fausto (editor de Libertad bajo palabra), espero
convencerlo para que imprima mi libro en tamaño carta, porque en un formato chiquito
no van a lucir las fotos ni los documentos. Es un libro que vale la pena.