Ernesto Lumbreras: “Sumé la
parafernalia de Oaxaca a la mítica Quauhnáhuac de Lowry”
Por Mario Casasús*
Tepoztlán.- En entrevista con la Cartelera Cultural, Ernesto Lumbreras
(1966), poeta y ensayista, presenta el libro Oro líquido en cuenco de obsidiana (Premio Malcolm Lowry del
Instituto Nacional de Bellas Artes y la Secretaría de Cultura de Morelos).
Siguiendo los periplos del escritor inglés, Lumbreras comenzó el diálogo con
sus lectores en Acapulco, Ciudad de México y Oaxaca, para terminar en Morelos:
“Era importante venir a Cuernavaca y Tepoztlán, el epicentro de la tragedia con
dimensiones cósmicas de Lowry. Aquí están, el volcán Popocatépetl y la barranca de Amanalco, no obstante que
las barrancas de la mixteca oaxaqueña son portentosas, en especial la de
Tomellín. Pero la capital de Morelos fue la elegida por el novelista como base
para sus expediciones mexicanas; en esa inmediatez, y con cierto guiño a la
geografía del lugar, es dable hacer ese vínculo entre el Tomelín de Bajo el volcán y el pueblo de
Tepoztlán”.
Autor de Clamor de agua (1990); Órdenes del colibrí al jardinero (1991); Espuela para demorar el viaje (1993); Caballos en praderas magentas (2008), Numerosas bandas (2010) y Lo
que dijeron las estrellas en el ojo de un sapo (2012), entre otros libros
de ensayo, narrativa y poesía. Ernesto Lumbreras comparte –en exclusiva- un
sueño editorial: “A veces, pensando en voz alta como editor, se me ha antojado
emprender una Guía de Lowry en México,
con fotos de la época de sus dos viajes, pero también con anuncios de
publicidad, mapas, portadas de libros y discos, retratos de personajes, menús
de restaurant, lista de precios de bebidas alcohólicas, tarjetas de hoteles. No
hace mucho me encontré el menú que se servía, en 1938, en el Crucero Panama Pacific Line, embarcación que
trajo a Malcolm Lowry y Jan Gabrial a México en octubre de 1936”. Mientras
tanto, los lectores podrán hojear la iconografía del libro Oro líquido en cuenco de obsidiana. Oaxaca en la obra de Malcolm Lowry
(UNAM, 2015).
-El capítulo Copyright
oaxaqueño comienza: “En la
construcción de la ciudad de Quauhnáhuac y de los pueblos de Tomelín y Parián
es una suma y un entrecruzamiento de la geografía de Cuernavaca y Oaxaca”.
¿Cuándo descubres que la cartografía de “Bajo el volcán” no debe leerse al pie
de la letra?
-En el 2008 emprendí una relectura
de Bajo el volcán viviendo en Oaxaca
desde hacía un par de años. Para entonces conocía buena parte de la geografía
del estado, un buen número de sus pueblos pertenecientes a las siete regiones.
Paralelamente a mi lectura del capolavoro
de Lowry, leí una de sus varias novelas póstumas, Oscuro como la tumba donde yace mi amigo y la única biografía que
en ese momento estaba al alcance del lector de español, la escrita por Douglas
Day; en específico, en ese libro de recapitulación de sus dos viajes mexicanos,
el de 1936-1938 y el 1945-1946, el propio novelista desvela la clave de la
construcción de Quauhnáhuac, el referido empalme geográfico, pero también
simbólico y mítico, entre las ciudades de Cuernavaca y Oaxaca, con el añadido
de sus entornos rurales. A partir de esa certeza, me interesó el tema y comencé
a leer y adquirir toda la bibliografía y hemerografía de esos años cismáticos
del cardenismo, en especial de su influencia en Oaxaca.
En aquel año del 2008, la ciudad
de las canteras verdes renacía de la pesadilla traumática del 2006, año de la
revuelta de la APPO y de la entrada a fuego y sangre de la Policía Federal a la
villa tomada por el movimiento social. En otro contexto, el México que conoció
Malcolm Lowry también concertaba pasiones ideológicas polarizadas; mientras
leía su literatura y encontraba pistas sobre sus viajes oaxaqueños, poco a poco
lo fui imaginando caminar por las mismas calles que yo transitaba, rezar a la
Virgen de la Soledad o beber mezcal en el zaguán de una casona a punto de
derrumbarse. Luego, por cuestiones azarosas, cayó en mis manos una foto de la
estación ferroviaria de Tomellín, y más tarde, descubrí, en un álbum familiar,
otra de Parián; parecía que las piezas del rompecabezas lowryano iban embonando,
una a una, sin demasiadas complicaciones y con buena estrella. Más tarde, en un
puesto de La Lagunilla, compré varios ejemplares de la revista Oaxaca en México, ediciones justo de los años en los que el narrador
inglés estuvo en México; entre los anuncios de esa publicación me encontré el
nombre de Antonio Cerrillo como gerente de un hotel y de la cantina Al bosque mencionada en la genial novela y por sus biógrafos. Con
esas señales, sólo había que seguir buscando…
-Tu libro dialoga con “Quauhnáhuac. Un bosque de símbolos” (2009),
escrito por Francisco Rebolledo, ¿se reunieron en Cuernavaca?, ¿con quién
conversaste al escribir tu libro?
-Entre los escritores mexicanos,
el trabajo de Francisco Rebolledo en torno de la obra de Lowry, y el paso del
novelista por nuestro país, es el más destacado y riguroso. Me hubiera
encantado que me acompañara en la presentación del Cine Morelos pero su agenda
no se lo permitió. En cierta forma, Rebolledo traza a detalle las coordenadas
de la Cuernavaca real en la Quauhnáhuac ficticia y mítica de Bajo el volcán, a la que yo sumé toda la
parafernalia de Oaxaca y lo oaxaqueño. Antes de publicar el libro tuve una
larga conversación telefónica con Fernando Solana Olivares, autor de un
libro-homenaje a la Oaxaca de los años treinta, la Oaxaca de Huxley, de
Eisentein y, por supuesto de Lowry; el volumen se titula Oaxaca, crónicas sonámbulas y está dedicado a su abuelo Mateo
Solana (1877-1950), hombre de poder económico en la región, propietario de la
Fábrica de Harina Princesa Donají, mencionada entre los anuncios que aparecen
en la novela. Como en todo el libro, esa
“cita oaxaqueña” no es gratuita: existe una relación directa entre la muerte
próxima de Yvonne y esta princesa zapoteca decapitada por los mixtecos que se
había apoderado de Monte Albán. Bueno, de todos estos temas conversé con
Fernando, como antes lo había hecho con los escritores oaxaqueños Gerardo de la
Torre, Efraín Velasco, Ulises Torrentera, César Rito Salinas, todos ellos
iniciados en el culto de El Volcán.
- La primera ronda de presentaciones de tu libro terminó en
Tepoztlán, iniciaron en Acapulco, siguieron la gira en Oaxaca, la Ciudad de
México y Cuernavaca. ¿Por qué te interesaba pasar por Tepoztlán?, al estar a 25
kilómetros de “Quauhnáhuac”, ¿Tepoztlán podría ser Tomellín?
-Quizá estaría faltando Tlaxcala
para cumplir el viacrucis completo del escritor inglés. Por supuesto, era importante
venir a Cuernavaca y Tepoztlán, el epicentro de la tragedia con dimensiones
cósmicas de Lowry. Aquí están, el volcán Popocatépetl y la barranca de Amanalco, no obstante que
las barrancas de la mixteca oaxaqueña son portentosas, en especial la de
Tomellín. Pero la capital de Morelos fue la elegida por el novelista como base
para sus expediciones mexicanas; en esa inmediatez, y con cierto guiño a la
geografía del lugar, es dable hacer ese vínculo entre el Tomelín de Bajo el volcán y el pueblo de Tepoztlán.
Sin embargo, esa posible asociación se torna irrelevante al momento de la
construcción mixta de la Quauhnáhuac
lowryana donde la invención literaria imponen una nueva geografía.
-Haces una lectura novedosa de los personajes de “Bajo el volcán”,
a nivel onomástico, nadie había propuesto las claves oaxaqueñas del Dr. Arturo
Díaz Vigil (el padre Arthur + el dictador Díaz) y Juan Cerillo (Antonio
Cerrillo). ¿En qué tipo de documentos respaldas tus hipótesis?
-Hasta donde estoy enterado, no
existe una carta de Lowry o de Margerie Bonner, su viuda, que nos otorgue
cierta luz sobre los orígenes de esos nombres. Son hipótesis mías, esbozadas a
partir de la forma de urdir ciertas claves —con cierta presunción podría decir
“poética” — por parte del autor de Ultramarina.
El estudio de Ross Parmenter, Lawrence en
Oaxaca, me dio cierta información sobre una figura de la política oaxaqueña
que sirvió al escritor de La serpiente
emplumada para moldear a uno de sus personajes de dicha obra; este hombre
se llamó Manuel García Vigil y fue gobernador de su estado teniendo un final
trágico tras el levantamiento delahuertista. Como gran admirado de D.H.
Lawrence, la curiosidad de Lowry no tenía límites y me atrae pensar que el
nombre del médico de su inmortal novela tenga esas tres confluencias, dos
oaxaqueñas y una inglesa. Además, están las cartas de Lowry dirigidas a su padre
donde el tema de su dipsomanía es el gran conflicto; por eso no es casual que
el doctor tenga ese nombre de pila pues también él quiere rescatar al Cónsul
del infierno alcohólico. El caso de la posible alusión a Porfirio Díaz, en el
apellido del misterioso galeno, subraya su origen oaxaqueño pero también una
dualidad, héroe y tirano en el dictador, médico y brujo en el Doctor Vigil.
El único héroe de Bajo el volcán es Juan Cerillo. La
cuarteta del Cónsul, Yvonne, Hugh y Laruelle es patética, mezquina y cobarde.
Algo hay de Juan Fernando Márquez, el amigo oaxaqueño que paseó con Lowry por
la mixteca y el gerente del Hotel Francia, Antonio Cerrillo, quien hospedó al
joven escritor y pagó alguna vez su fianza para sacarlo de la cárcel municipal.
Ambos personajes históricos, sumaron atributos de nobleza y valentía para
construir el alma de Juan Cerillo, el amigo de Hugh Firmin que sí acudió a
España para combatir al lado de la República durante la Guerra Civil
Española.
-Entre las cantinas y hoteles de Bajo el volcán y las obras póstumas, ¿cuántos locales comerciales
puedes identificar en Oaxaca y Cuernavaca?
-A veces, pensando en voz alta
como editor, se me ha antojado emprender una Guía de Lowry en México, con fotos de la época de sus dos viajes,
pero también con anuncios de publicidad, mapas, portadas de libros y discos,
retratos de personajes, menús de restaurant, lista de precios de bebidas
alcohólicas, tarjetas de hoteles… No hace mucho me encontré el menú que se
servía, en 1938, en el Crucero Panama
Pacific Line, embarcación que trajo a Malcolm Lowry y Jan Gabrial a México
en octubre de 1936; en un arranque de efusión, ese bello encarte se lo regalé
al poeta Jeremías Marquines, lector febril de Lowry, en especial de los pasos
del escritor en el paradisíaco Acapulco de finales de los treintas. Cantinas,
fuera de La Universal de Cuernavaca
creo que no queda otra del periplo etílico del narrador británico. De hoteles
sobrevive el Hotel Canadá en la calle
5 de Mayo, Hotel Carlton a espaldas
del Museo de San Carlos, el Hotel Mirador
en La Quebrada de Acapulco; no hace mucho cambian la razón social del Hotel Francia en Oaxaca por Hotel de los Dos Patios. Sin embargo,
siguen en pie otros enclaves muy caros a Lowry: el Palacio de Bellas Artes,
Mitla y Monte Albán, la bulliciosa calle de Madero, los Portales del Zócalo y
la Iglesia de la Virgen de la Soledad en Oaxaca, el Tempo de la Profesa en la
Ciudad de México, el Jardín Borda, la Casona de Laruelle y el Palacio de Cortés
en Cuernavaca, por no hablar del Volcán de Popocatépetl y del Árbol de Santa
María del Tule.
-Analizas la historia del Porfiriato al Cardenismo, ¿cuánto tiempo
tardaste en investigar el contexto de Oaxaca?, ¿encontraste registros en las
hemerotecas de las visitas de Lowry a Oaxaca?
-Aunque el estado de nuestras
bibliotecas y hemerotecas estatales y municipales es tristísimo, y al borde de
la ruina, sobrevive en medio del caos y la indolencia institucional y
burocrática algunos documentos valiosos para los investigadores de todas las
disciplinas. Para mi ensayo, la Hemeroteca Estatal Néstor Sánchez y el Archivo
Municipal de la Ciudad de Oaxaca aportaron información y datos valiosos sobre
la vida pública y privada de los habitantes del Estado en aquel periodo. Por
ejemplo, el tema de las cantinas y de la reglamentación de la venta del alcohol
o el referente al sistema carcelario, ambos íntimamente ligados al tránsito de
Malcolm Lowry por esta bella y colonial ciudad; toda esta información y su contexto
me lo aportaron las cajas de archivo muerto del municipio de Oaxaca; por su
parte, la visita a la hemeroteca fue valiosa, entre otros menesteres, a la hora
de localizar varios de los anuncios publicitarios que aparecen a los largo de Bajo el volcán; estos comerciales tienen su origen en
productos y negocios que tuvieron su sede en la ciudad de Oaxaca, Casa Brandes, Baños de la Libertad, Harina Princesa Donají…
- ¿Tienes planes para extender tu investigación de Lowry en
Acapulco y la Ciudad de México?
-No, por ahora; a Lowry lo tengo
en pausa. Tal vez lo retome, en un libro que tengo comenzado sobre lecturas
presentes de la Commedia de Dante; y
claro, la novela lowryana dialoga muy especialmente con ese clásico de las
letras italianas, además de traer a colación al Fausto de Goethe y al de Marlowe.
-Escribiste una fantástica “Imitación a Malcolm Lowry”,
parafraseando la prosa del inicio de “Bajo el volcán”, ¿escribirás algún poema
dedicado a Lowry?
-Mira, también por allí hay otro
libro: poemas y homenajes de escritores en lengua castellana en torno a Lowry y
su literatura. Hay textos valiosos de José Emilio Pacheco y Juan Luis Panero,
hasta un libro como Acapulco Golden de
Jeremías Marquines. No, en mi caso no vislumbro algún poema mío con Malcolm
Lowry de fondo o poetizando —peor aún— su biografía. Pero tienes razón, Mario,
ese texto mío, con la impronta horaciana de la imitation, puede saludar al mundo como un poema en prosa.
-En el cuento “Bajo el volcán” (1937) aparecen los tres personajes
de la novela (Geoffrey Firmin, Yvonne y Hugh), con algunas variables, ¿cuál es
la importancia del cuento homónimo para la construcción y el desenlace de
la novela?
-Es el embrión de la historia de
su gran novela. El origen del cuento es también su primer encuentro con el
México violento de aquel periodo: el robo y asesinato del indio al pie de la
carretera. Aunque el final es otro. Como han anotado diversos críticos, la
trama del cuento es más o menos el arranque del capítulo VIII de Bajo el volcán: el viaje del trío de
extranjeros rumbo a Tomelín para presenciar un jaripeo.
-¿Te interesaría publicar la edición crítica o el manuscrito
facsimilar de Bajo el volcán en México?
- Otro sueño de editor idealista
es, algún día, publicar una edición anotada de Bajo el volcán; para realizar un trabajo de tal calado resultaría
imprescindible formar un equipo de especialistas de la literatura de Lowry y
dividir los 12 capítulos en igual número de estudiosos. ¿Nos tocará leer este
clásico moderno en una edición de este tipo?. Más que participar en la
investigación y en la anotación crítica, me gustaría ser el editor de tal
quimera. Pensando en nombres, lowryanos de cepa, no dudaría en invitar para
constituir el equipo a Francisco Rebolledo, Hernán Lara Zavala, Frédéric-Yves
Jeannet, Juan Villoro, Gerardo de la Torre, Eduardo Antonio Parra, Jeremías
Marquines, Julián Herbert, Federico Vite, Alberto Rebollo… ¿Hay escritoras
mexicanas en el culto de la novela de Lowry? No lo sé. En una lectura de
género, no tengo la menor duda, Bajo
volcán no sale bien librada. Es misógina a todas luces: Yvonne es objeto
sexual de los tres protagonistas masculinos, incluso hasta su muerte, tiene
cierta crueldad machista simbolizada en el caballo desbocado.
-Finalmente, los clásicos tienen varias traducciones, pienso en
“Pedro Páramo”, ¿es necesaria una nueva traducción de Bajo el volcán?
-La traducción de Raúl Ortiz y
Ortiz cumplió apenas, en el 2014, sus primeros 50 años. Es un trabajo
excepcional, de antología. A lo mejor dentro de 25 años o más, las generaciones
de ese momento necesiten releer Bajo el
volcán en otra sintaxis, en otra prosodia, en otro ritmo, no sé. Lo que sí
urge es limpiar, a la edición de ERA y en consecuencia a las ediciones de Tusquets de España y Argentina, las
numerosas erratas y gazapos que se han reproducidos en cada una de sus
reimpresiones; tal vez no son yerros adjudicables al traductor —mucho menos a
Lowry—, sino al corrector de estilo o al editor de la primera edición. Algunas de
estas erratas o fallidas correcciones son graves, como los “Mejicos” que el
novelista anotó con “j” y que se los cambian con “Méxicos” con “x”, sin tomar
en cuenta el acento sinarquista y franquista que el escritor inglés proyecta en
el capítulo final de su obra cumbre. Tengo entendido que ERA prepara una
edición corregida de la novela. Estaremos atentos del trabajo de limpieza
realizado.